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Mostrando entradas de 2008

¿Cuál es tu receta preferida?

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Ninguna. Nunca he sido de recetas, como mi hermana mayor, que las anota hasta en la guía telefónica y, lo más sorprendente, las hace y le quedan de antología. Yo me declaro incapaz de hacerlo. Ella, como cree que me alimento mal, cada cierto tiempo me recomienda alguna receta, pero ni caso. Los pocos intentos me salieron fatal y los comensales, o conejillos de indias, que tengo, son tan exigentes que cada vez que los invito tienen la cortesía de hacer ‘dinner forum’, es decir, critican salvajemente los platos, los califican y hasta hacen análisis comparativo («la última vez el arroz te quedó mejor, hoy se te pasó y además está muy soso»). Claro, la culpa la tengo yo que siempre los invito a comer "gallo pinto" (al menos así se llama en mi pueblo), que no es otra cosa que arroz blanco con alubias negras (todo muy revuelto con cebolla bien troceada y pimentón), un plato tan "de gourmet" que lo comemos diariamente en todo Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela ...

¿Tienes alguna vocación frustrada?

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Definitivamente sí. Como me llamo José Guillermo de Jesús, nací en Latinoamérica y me va el drama, era obvio que estaba destinado a ser actor de culebrón, además exitoso. Eso ya lo decían en el jardín de infancia cuando me tocaba interpretar a algún prócer de la patria y me lo repetían durante todo el instituto en el que, para escaquearme de las materias de siempre –que está visto que no sirven para nada, porque si lo hicieran el mundo sería distinto, le pese a Pitágoras, a Aristóteles y a todos los historiadores, que me tenían frito con Colón y su Isabel La Católica, tan católica ella– me apunté a teatro. Por si fuera poco, lo pasaba bomba y me venía de perlas para llegar tarde a casa, «por los ensayos». Tenía un brillante futuro como arlequín, pero todo acabó cuando, solemne, les comuniqué a mis padres que me iba a apuntar a una compañía de teatro ambulante y ellos, muy solemnes, me dijeron que de eso nada, que tenía que estudiar una carrera en condiciones y no ir de loco por la vida...

¿Que cómo llego a fin de mes?

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Básicamente, recordando mi infancia. Tendría no más de diez años cuando mi padre se quedó en paro y mi madre no tuvo más remedio que hacer algunos recortes presupuestarios en la economía familiar y eliminar algunos «lujos». Por ejemplo, con orgullo puedo decir que fuimos los primeros vegetarianos de Costa Rica, porque como la carne estaba por las nubes, se decidió por decreto materno que era «malísima» para la salud y que lo mejor eran las legumbres. Con el mismo sacrosanto criterio, quedó prohibido ir a restaurantes, «¡sabrá Dios las cosas que ponen!», e ir de vacaciones «¡con la de accidentes que ocurren!». Así, con esas mentirillas blancas que nos hacían creer que por estar sin pelas no nos privábamos de las cosas buenas de la vida , nuestra familia llegaba a fin de mes. En este punto habría que decir, en honor a la verdad, que también ayudaban mucho los préstamos y las visitas a la casa de empeños. Durante una época vivíamos en la Casa de los Espíritus: las cosas de valor desapare...

Mil euros y Air Madrid

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Los echo de menos y cuanto más pasa el tiempo más me hacen falta. Es como un si agujero negro se los hubiese tragado. Por más que pienso no me resigno a olvidarlos y me duele en el alma que otros, sabe dios quienes, estén disfrutando con ellos y que no piensen en regresármelos. Todo comenzó en septiembre del 2006 y nada hacía sospechar que no los volvería a ver. Ese mes me acerqué a la agencia de viajes a comprar mi billete ir a Costa Rica por navidad, con antelación como recomienda la publicidad. “¡Mil euros, una barbaridad! Pensé mientras resignadamente le pagaba a la chica de la agencia. Digan lo que digan los mileuristas, mil euros dan para mucho y en mi caso para conseguirlos había tenido que ahorrar varios meses. Así que con nostalgia me despedí de mis mil eurillos y guardé mi billete de Air Madrid en la mochila para salir, ¡qué ilusión Dios mío!, el 20 de diciembre de ese año. Sobra decir que nunca viajé. Air Madrid cerró sus puertas 5 días antes y adentro se quedaron mis lindos...

La vida en una canción

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Recién llegado, mi canción era ‘El inmigrante’, de Juanito Valderrama. Me parecía conmovedora aquella letra de un tío que deja su país y con los dientes de marfil de su madre se hace un rosario. Es decir, que la pobre de una sola sentada se quedaba sin hijo y sin dientes. Después, para sumergirme en la cultura española, aparte de ver ‘Cine de barrio’ todos los sábados, escuchaba a Marisol, el Dúo Dinámico, Karina y todas esas canciones que hablaban de lo maravillosa que es la vida y ser una chica yeyé. Con el tiempo me convertí en un hombre serio y formal y redescubrí a Tom Jones, que a sus 80 años sigue cantando ‘Sex Bomb’, una inspiradora canción que tenía la mágica virtud de que con estas carnes me hacía sentir sexy, un milagro. Hasta que decidí volver a mis orígenes y me reenganché a ‘El rey’: la historia de ese hombre que no tiene «trono, ni reino» y que en las peores circunstancias se siente un triunfador llega al alma, uno la escucha y por más deprimido que esté, le entran gana...

¡Ya lo sabíamos!

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Por fin, después de miles de reuniones, de cientos de informes y de concienzudos análisis los señores del sistema han dictaminado lo que ya sabíamos todos desde hace varios meses: que estamos en crisis financiera. El tema era recurrente en cualquier reunión social, en la sobremesa y hasta en las alcobas pero ellos necesitaron un poco más de tiempo para reconocer que el capitalismo global, tal y como lo conocíamos, está en plena crisis de identidad y que papá Estado una vez más tendrá que rescatar al mundo. Lo que no han dicho muy claramente de quien es la culpa y si, en caso de aclararse responsabilidades, esos terroristas del fundamentalismo "neocon" en vez de ser recompensados por llevar a la quiebra instituciones centenarias -y jugar con el dinero de todo el mundo- recibirán su merecido. De momento en lo único que coinciden esos "analistas" es que para no variar el ciudadano de a pie es el que tendrá que pagar los platos rotos...como si no lo supiéramos desde el...

¿Para qué sirven los balcones?

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Obviamente, para cotillear y para nada más. Por mucho que se diga que los balcones sirven para dar luz, para colocar plantas o añadir un toque coqueto a cualquier edificio, está claro que todo son excusas, porque no hay nada mejor que ver cómodamente el mundo desde un balcón en actitud triunfal, como Julio César en su trono. Desde ahí, con el mayor descaro del mundo, podemos ver desde escenas amorosas hasta pleitos callejeros y desfiles, y saludar a la vecina de enfrente (aunque no la soportemos). Cotillear desde una ventana es una indiscreción, pero hacerlo desde un balcón es poesía pura. Hablo con la autoridad que me da el haber vivido durante cinco años en un piso con balcón a la calle Mayor de Madrid, una época maravillosa en la que apenas veía la tele, porque los telediarios resultaban ñoños comparados con lo que contemplaba desde mi habitación. Pasaba los días entretenidísimo cotilleando a todo dios sin percatarme de que mis vecinos, y el público en general, a su vez también pod...

Pesadillas escolares

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Aunque nunca me tragué el cuento de que la escuela era el templo del saber -sobre todo porque a la que yo asistía tenía pinta de todo menos de templo y la asociaba con cualquier cosa menos con la sabiduría- debo reconocer que la vuelta al ‘cole’ siempre me hacía ilusión, porque era época de estrenos: me compraban uniforme nuevo y zapatos negros de charol –que en esa época eran lo último entre los escolares–, libros de texto nuevos que olían a tinta y papel y que, menos los de matemáticas, traían preciosas ilustraciones y, lo más importante, había posibilidad de cambiar de maestra y con un poco de suerte, de compañeros, lo cual era altamente estimulante. No era que la maestra no me gustara, pero como tenía como cien años, era la mar de sosa, me tenía fichado porque pasaba hablando todo el tiempo mientras ella hacía dictados y encima, no dejaba de recetarnos ejercicios de aritmética, soñaba con que pasaba a mejor vida, aunque por lo visto era inmortal. Con mis compañeros no me llevaba ma...

Adiós verano, hola otoño

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Pueden llamarme amargado, pero la verdad es que el final del verano me pone "el corazón contento". Siempre me pasa lo mismo: al principio del estío estoy feliz, me parece maravilloso el calorcito, el buen rollito de la gente y esa alegría que irradia todo el mundo. Pasado algún tiempo, tantas pieles bronceadas, tanto ir y venir de gente con maletas yendo a ninguna parte y a todas partes, tanto gozo exultante a mi alrededor empieza a parecerme un poco hortera y acabo por agobiarme, así que cuento los días para que llegue el sosiego del elegante otoño que todo lo pone en su sitio, que me permite salir de casa sin toparme con las terrazas y ver la tele sin escuchar la canción del verano y al presentador insistiéndome en que a pesar de los 40º de temperatura hay que ser irremediablemente feliz. Y como todo el mundo habla de la depresión otoñal, sólo por llevar la contraria me pongo otoñalmente feliz, con ganas de bailar cuando el tiempo refresca y los días se acortan. Lo mismo m...

¿Sobran las palabras?

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Casi siempre. Algo imposible de comprender en las culturas latinas, donde hablar, cuanto más alto mejor, es parte fundamental de la vida social. No se entiende una reunión de más de dos personas sin que haya una buena cháchara de por medio, y quien es muy callado es mal visto, etiquetado como una ‘persona sosa’. En otras culturas la cosa cambia, y se considera que el grado de confianza supremo entre dos personas es la capacidad de permanecer en silencio sin sentirse incómodo: una persona callada es bien considerada e incluso vista como sabia. Es decir, que en esa mundo yo sería un genio porque aquí, tengo la impresión que me consideran un muermo, porque hablo más bien poco sobre todo cuando estoy en grupos grandes y la gente cuenta historias apasionantes tanto que temo interrumpir con mis historias cotidianas y prefiero escuchar. No siempre fue así, en mis tiempos fui un dicharachero, pero fue pisar suelo español y quedarme sin palabras. Quizá fue la impresión de emigrar, la edad o la...

Invasiones terrícolas

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Que en este universo gigantesco nosotros los liliputienses habitantes de la tierra seamos los únicos habitantes y seres inteligentes suena a coña. No solo por el desperdicio de espacio que eso implica –estamos todos apiñados aquí viviendo en pisitos de cuarenta metros cuando podríamos tener un planeta entero- que contradice cualquier lógica sino porque el cuento de que el hombre es el centro del universo deja muy mal parado a mi buen dios porque en época de crisis que alguien ande por el cosmos creando cosas para que nadie las vea y las disfrute está muy mal visto, podría ser políticamente incorrecto. Por eso prefiero pensar que en este vasto universo hay muchas civilizaciones que tienen la sospecha de que no están solos en el universo y que, por ejemplo, en Plutón debaten sobre la posibilidad de que haya vida inteligente en el planeta tierra y que por las noches los niños plutonianos tienen pesadillas con invasiones terrícolas, con los humanos, esos seres horribles que tienen dos minú...

Autógrafos que matan

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Las chicas se acercaron a pedirme un autógrafo. Como tenía solo 24 añitos y estaba exultante porque era mi primer viaje como corresponsal, y encima me habían encomendado la ‘difícil misión’ de cubrir un concurso de belleza, me pareció lo más normal del mundo que alguien quisiera que estampara mi nombre en una libreta, al lado del "jet set" latinoamericano. Tampoco me sorprendió que, desde la mañana, la gente del hotel estuviese extrañamente amable conmigo tratándome como un rey y no como el pringado periodista que era y sigo siendo. Con la mayor naturalidad del mundo me puse a firmar autógrafos, hasta que una de ellas me espetó al ver mi nombre: «¿Pero tú no eras el que salía en la telenovela?». Aclarado el misterio: inexplicablemente me habían confundido con el galán de un culebrón venezolano. Si la cosa hubiera quedado ahí, habría sido el mayor piropo de mi vida, pero, furiosas, las chicas al decirles que se trataba de una confusión rompieron el papel al tiempo que una de ...

La soledad

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Cuando mi madre se pone a filosofar mientras pela patatas –de todo hay en la viña del Señor– suele decir que la soledad es la compañera constante del hombre, que uno nace solo y muere solo aunque esté rodeado de mucha gente. Quizá, como eso me lo viene repitiendo desde que tengo uso de razón (es decir, desde hace relativamente poco tiempo), ya me he hecho a la idea de que la soledad nos tiene atrapados entre sus manos. Como soy bastante vago, incluso me he resignado y hasta he hecho buenas migas con ella, que al final no es tan pesada como la pintan y siempre tiene algo que enseñarnos, sobre todo a escuchar nuestras voces interiores. No sé si les pasa, pero cuando estoy mucho tiempo rodeado de gente, llevando una gran vida social, acabo con el ánimo putrefacto, empiezo a sentirme un poco tonto y termino echando de menos un rato de soledad para estar frente a frente con ese desconocido que soy yo. Gracias a la soledad he descubierto pequeñas verdades de mí mismo y he llegado a una brill...

Mi sueño olímpico

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La culpa de todo la tienen mis nulas habilidades deportivas y un curso de protocolo que recibí hace años, cuyo tema era cómo organizar unas olimpiadas. Durante una semana, como quien descubre las claves del bricolaje, un afamado diplomático nos explicó todos los detallitos que teníamos que tomar en cuenta para hacer unos juegos olímpicos alucinantes. Una maravilla si no fuera porque entre sus alumnos, además de los flamantes estudiantes europeos, estábamos los becados por el gobierno español, chavales que veníamos de Centroamérica, de África Central y de paisitos que ni siquiera están en el mapa, que estábamos flipados pensando en que, para organizar unas olimpiadas en nuestros pueblos, más que dinero harían falta milagros. En mi caso, eché cuentas y descubrí, por ejemplo, que tendríamos que establecer turnos para inauguración y la clausura porque entre delegaciones, invitados, amigos y familiares nadie cabría en el estadio más grande de la capital, y las villas olímpicas tendrían qu...

De cañas con el rey

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Como a cualquier buen republicano, de firmes convicciones políticas y emigrante en el esplendor de su vida, si hay alguien con el que me encantaría irme de cañas es con el Rey Juan Carlos, ni más ni menos. Algo completamente natural si tomamos en cuenta que lo conozco desde que era un crío y lo veía en los ‘Holas’ viejos que una tía mía guardaba en su casa como joyas de la corona, que hace algunos años me entregó el diploma de un máster y que desde entonces mi madre, en Costa Rica, para envidia de sus vecinas, tiene en casa la imagen con la que un fotógrafo inmortalizó ese momento para gloria de este centraca paleto que no podía creer que estuviera al lado de un rey de carne y hueso. Desde entonces en el salón de casa, encima del tapete de ganchillo de toda la vida están la foto de boda de mis padres, la de mis abuelos, las de comunión de todos mis primos, y como si se tratase de una típica escena familiar, la foto del Rey y yo. Quizá como la foto lleva años ahí todos se han acostum...

¡Bailando se entiende la gente!

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Si se parte del hecho de que en el Caribe se baila antes de aprender a andar, lo más lógico y normal del mundo es que allá de donde vengo se ligue bailando. Bolero, cumbia, salsa, vallenato, cualquier ritmo puede convertirse en un arma de seducción masiva si se baila con pasión y con ganas. Grandes amores han nacido en una pista de baile y muchas relaciones se han derrumbado porque alguien ya no arrimaba la pelvis como antes o era incapaz de seguir el ritmo de su pareja. Como quien es buen bailarín suele ser buen amante, y no viceversa, para desgracia de muchos, en el baile se pone todo el empeño para no defraudar, y cada movimiento se transforma en una metáfora del amor: primero, un intercambio de miradas para saber hasta dónde podemos llegar; luego, un lento acercamiento hasta sentir los latidos del corazón del otro; después, el vaivén de los cuerpos, y finalmente, si se tiene suerte, el inicio de algo tan imprevisto como la historia del mundo. En mi pueblo decimos que para ser fel...

Cuando me enamoro...

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Fiebre, escalofríos y ganas de vomitar. En las mil y una veces que me he enamorado, estos síntomas siempre se han repetido; hasta al punto de pensar que más que un tierno angelito que anda tirando sus flechas aquí y allá, Cupido es una especie de bicho infeccioso que impide diferenciar entre una gripe y el enamoramiento agudo. Es ver al objeto de deseo y empezar a sentirme mal, a ser incapaz de articular palabra. Me pongo pálido, sudo y, aunque trato de sonreír graciosamente, me sale una mueca espantosa. Al final quedo como la niña de ‘El exorcista’ y mi alma gemela huye despavorida sin que pueda explicarle que cuando no esté enamorado seré divertido, conversón y hasta guapo. Después de situaciones así, me quedo con mal cuerpo y un poco decepcionado porque, como si no bastara, cuando me enamoro nunca escucho violines, sino los desafinados acordes de una orquesta de verbena, una fanfarria que perpetra los boleros de siempre, ésos que hablan de lo bien que se lo pasan los enamorados, re...

Las terrazas atacan de nuevo

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Como vivo en ese parque temático de las terrazas que es el barrio de La Latina, en Madrid, cuando llega el buen tiempo me da un estrés que no veas, porque significa que llega la época en la que para entrar en casa tengo que esquivar mesas, sillas, camareros, músicos callejeros perpetrando éxitos de siempre, tragafuegos, saltimbanquis, turistas del interior y del exterior, borrachos, ‘yuppies’, ‘hippies’ y hasta monjas que han decidido tomarse una caña a las puertas de mi humilde casa. No es que uno sea un "amargao", pero resulta un poco incómodo hacer cola para llegar a la puerta de tu vivienda o tener que ponerte algo ‘fashion’ cada vez que bajas a tirar la basura, por no saber con quién te puedes encontrar. Sin ir más lejos, un día, en una de esas mesas que han tenido la cortesía de colocar en mi portal, estaba el elenco completo de una famosa serie de televisión. Fue abrir la puerta y ellos ahí sentados,desprendiendo ‘glamour’ a raudales, y yo en chándal del Rastro, con do...

Abuela y cómplice

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No era estrella del deporte ni cantante de rock, no hacía grandes proezas de las que salen por la tele, pero sí milagros cotidianos, ésos que nunca aparecen en las noticias pero cambian la vida de la gente: mi heroína de infancia fue mi abuela. Tendría un montón de años, pero cuando estaba a su lado me sentía invencible, nada ni nadie podía dañarme si estaba su cálido regazo esperándome al volver de la calle. Como el resto de los adultos andaban muy liados, siempre acudía a ella para las preguntas realmente importantes, como por qué brilla el sol o por qué nacemos y morimos. Si tenía que dormir en su casa, me ponía loco de alegría, porque eso significaba que podríamos charlar hasta altas horas de la noche y que, probablemente, mientras me dormía me contaría alguna de sus historias de cuando el mundo "olía a nuevo", del abuelo que tuvo la osadía de morirse antes de conocer a la mayoría de sus nietos, o de su niñez cuando podía correr por el campo y subirse a los árboles. Solí...

Mis maletas y el low cost

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La era del low cost y mis 35 años, marcaron un antes y un después en la historia de mi equipaje. Como antaño consideraba que el avión era una experiencia muy fashion – por lo menos eso le parecía a este paleto que poco había salido al extranjero – cada vez que viajaba me preparaba para disfrutar al máximo de esos momentos de glamour así es que lo primero que echaba en mi equipaje de mano eran mis libros de poesía de Mario Benedetti, de Fernando Pessoa, mi walkman y una “pequeña” selección de treinta cintas como banda sonora para cada momento del viaje. Cumplí 35 años, la edad y el boom low cost cayeron como un tsunami sobre mi equipaje llevándose cintas, libros y cualquier vestigio de una época dorada. Viajar dejó de ser esa experiencia inolvidable para convertirse en algo tedioso e incómodo, así que ahora la consigna es minimizar las molestias del vuelo, salir airoso de los numerosos controles a los que te someten antes de embarcar y sobrevivir a la “experiencia” de viajar. Así las c...

Vida después de la vida

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Decir que creo en la otra vida es quedarse corto porque, si de algo soy militante, es de la otra vida. Como decimos en Centroamérica, creo a lo bestia, tanto o más que los mayas, los egipcios y que algunas culturas orientales que enterraban a sus muertos con concubinas incluidas, por si acaso en la otra vida al pobre muerto le entraba un apretón y no encontraba ninguna alma caritativa que estuviera dispuesta a entregarse a los placeres terrenales. Digamos que para mí la otra vida es un paraíso en el que todos tienen cabida y en el que cada uno vive, o mejor dicho ‘muere’, como le venga en gana, sin atavismos de ningún tipo y donde todos están divinamente. De eso tengo constancia porque como «en ocasiones veo muertos», los difuntitos de mi familiase me aparecen cada cierto tiempo en sueños para charlar y entretenerme un poco. Para estar muertos se les ve fenomenal. Bronceados y con colorida ropa veraniega, tienen toda la pinta de estar de vacacaciones en cualquier hotel cinco estrellas...

Inmune a la fama

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¿Que haría si fuera famoso? Tendría que hablar de lo que hice cuando fui famoso, porque yo también tuve mis cinco minutos de gloria, cuando mi careto salió en las páginas del suplemento dominical de un conocido diario. Una semana antes, la periodista que me había entrevistado me llamó para anunciarme la fecha de publicación del reportaje y advertirme de que mi foto saldría en página completa. Me quedé en estado catatónico: sería famoso. Pasé noches enteras pensando en qué cosas preocupan a los futuros famosos, del tipo cómo firmar autógrafos (y si hay que firmarlos todos), qué hacer cuando te reconocen, qué decir en los homenajes y cómo saludar por las calles. En este último punto estaba indeciso entre saludar a las multitudes moviendo graciosamente la mano, como Doña Sofía, o hacerlo como los boxeadores, levantando los brazos en rotundo gesto de victoria. Por fin llegó tan ansiado día, salió mi foto, me felicitaron mis amigos y pasé días esperando a que alguien me reconociera por la ...

Insultos a la carta

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Si un extraño me insulta en la calle me descojono de risa porque nunca he podido entender esa manía que tiene mucha gente de insultar a ilustres y pobres desconocidos. Como los buenos culebrones latinoamericanos bien nos han enseñado solo nos pueden insultar y ofender correctamente quienes conocen nuestros secretos: que a la sufrida protagonista su verdadera madre le diga que es una “regalada” (“una cualquiera” en castellano ibérico de toda la vida) es algo que puede traumatizar a la heroína y hacer sufrir a los telespectadores durante varios capítulos, pero que en el autobús alguien la insulte por un simple pisotón solo puede ser utilizado en la trama para confirmar la bondad de la víctima y los malos malísimos que son los demás. Después del corte de publicidad nadie se acordará de ese incidente ni de la cara del figurante que insultaba, y Yajaira Patricia, o como se llame, seguirá sufriendo por el amor imposible de Carlos Emilio. Toda una filosofía que ha marcado mi vida y que expli...

Muerte o locura

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¿Qué haría si me sacara la lotería? Morirme o volverme loco de felicidad. Solo cabrían esas dos opciones si me ocurriera algo tan insólito e extraordinario como ganarme el gordo de la lotería porque digan lo que digan, nadie puede pasar de la noche a la mañana de pobre a rico y seguir viviendo como si nada. Algo tiene que pasarte y una de las opciones es que te mueras de felicidad. Si eso sucediera me moriría con la pícara sonrisa de quien se salió “con la suya” y para decepción de mis herederos invertiría toda mi fortuna en pagarme un funeral como Dios manda, con plañideras orquesta sinfónica incluida y una lápida que dijera “Nació en cuna de paja y murió en tumba de oro”. Por supuesto que también estaría una posibilidad menos trágica y que simplemente me volviera loco de alegría, algo absolutamente normal en mi pueblo donde la gente queda “pa allá” siempre que le dan una buena noticia (a las penas estamos muy bien acostumbrados). Como la felicidad hay que compartirla dedicaría mi di...

La vez que descubrí España

Tenía la sensación de haber llegado al país más exótico del mundo sobre todo después de que buscando una carnicería entrara al Museo de Jamón y viera a la gente tomándose su cafetín con toda la tranquilidad en medio de jamones, chorizos y charcutería me parecía lo más “primitivo” que había visto en mi corta vida así que mi primera conclusión fue que los españoles estaban locos de remate, locos y de mal humor por que había que ver las voces que daban. Como en mi pueblo la gente por lo general suele hablar más pausado y quedo, aunque estén a punto de matarse, tenía la impresión que había llegado a un sitio en el que todos estaban verdaderamente enfadados. Aunque debo reconocer que con lo que más flipaba era con el acento: como todas las películas de romanos que yo había visto de crío las doblaban en España me parecía de coña que todo el mundo hablara aquí como Jesucristo, Herodes y Moisés y cada vez que escuchaba una conversación me costaba trabajo no dejar volar mi imaginación. Menos ma...

Avestruces

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Tras dos derrotas electorales consecutivas lo normal es que se cuestione la autoridad del líder, que las bases, a menos que sean masoquistas, empiecen a estar un poco mosqueadas de ir de derrota en derrota — en política la resignación cristiana pasó de moda— y que otros jefazos “desinteresadamente” pidan la jubilación anticipada del perdedor. Es lo más natural del mundo, es el juego de la democracia y los partidos políticos son organizaciones vivas, formadas por personas que al menos en teoría, tienen el legítimo derecho de cuestionar a sus líderes. Por eso llama la atención que la existencia de divisiones internas en el PP se haya convertido en el “notición del siglo” -como si las discrepancias dentro de un partido político no fueran tan cotidianas como la vida misma- y que sus dirigentes sigan empeñados en presentar a su organización como un bloque monolítico orgánico aglutinado en torno a un único caudillo como si estuviéramos en una época y galaxia muy lejana. Uno no entien...

Recordar para olvidar

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Mientras aquí el PP se pasó toda la campaña electoral acusando al presidente de Gobierno de dedicar demasiado tiempo a temas como la memoria histórica que no interesan a "la gente” —esa masa misteriosa que siempre se invoca para justificar posiciones injustificables —viene ahora el poeta argentino Juan Gelman, ganador del Cervantes de este año, a decirnos precisamente lo contrario, que hay que recordar, que “ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de Cristo en que los ciudadanos eran obligados a olvidar por decreto” como lo han pretendido muchos sectores en su austral país y en esta España nuestra, tan moderna y tan anclada a su pasado aunque no lo quiera. "Hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron". Una vez más la voz de poeta nos convoca y nos da ese tirón de orejas que de vez en cuando necesitamos para seguir siendo humanos y sab...

Cotillas

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En estos días he pensado mucho en Socorro. Doña Soco, una entrañable vecina de mi barrio que aparte de su afán por servir a los demás se distinguía por ser una cotilla o vina (como dicen en mi pueblo) de vocación: no había acontecimiento alrededor de su casa o a varias manzanas de ella (o a kilómetros a la redonda como decían las malas lenguas) que no se le escapara, donde estaba la noticia ella aparecía “por casualidad” con la compra a cuestas (teníamos la sospecha que su carrito era de utilería y estaba vacío), dispuesta a recabar toda la información posible en tiempo récord. Si por alguna razón las cosas no quedaban claras no tenía inconveniente alguno en hacer una visita a los protagonistas con la excusa de llevarles un caldito o unas galletitas hechas por ella misma y así poder confirmar el notición del siglo y contarlo al resto de los mortales que, dicho de paso, también se morían de ganas por saber lo que había ocurrido. Como vivíamos enfrente de ella en casa nos acostumbram...

Bombero de los de antes

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Mi padre siempre se muere de risa cada vez que le cuento que desde unos años para acá los bomberos se han transformado en objeto erótico y que exhiben sus carnes en revistas y calendarios. Lógico, él fue bombero voluntario durante más veinticinco años y jamás sospechó que esa profesión de típico “pringado” en aquella época tuviera el más mínimo glamour, estaban lejos de ser los superatletas de hoy, se consideraba un trabajo como cualquier otro en el que solo había que ser un poco más valiente que el resto de los mortales para lanzarse a las llamas. “Valiente y un poco loco” explica mi madre que nunca estuvo muy convencida que mi padre dedicara su tiempo libre a un pasatiempo tan peligroso mientras que los maridos se sus amigas dedicaban el tiempo libre a ver la tele, a lavar el coche o hacer bricolaje. Era ilógico pero acabó por acostumbrarse a ver a mi padre saliendo a horas intempestivas, a las largas esperas y las llegadas felices con el traje oliendo a humo, el casco chamuscado y...

Sky Wonder

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El famoso barco se ha convertido en el terror de miles de cientos de turistas que en menos de dos semanas han visto como sus vacaciones se convertían en una pesadilla por culpa de clima, negligencia del capitán, mala gestión de la compañía o simplemente por razones “desconocidas” que a estas alturas es de suponer poco importan a pasajeros que con ilusión habían invertido sus ahorros en el crucero de sus sueños. El final será previsible: la compañía hará el “mea culpa” achacando el problema a fuerzas ajenas —que es como decir que todo fue por voluntad de Dios— y se comprometerá a compensar a los viajeros en un futuro y galaxia muy lejana. Gana la casa, pierde el viajero. La historia se repite, con más frecuencia de la que pensamos, y cada vez que ocurre me trae a la memoria otra maravilla de los cielos: Air Madrid, famosa en todo el mundo por haber dejado en tierra a más de 60 mil viajeros, incluido este servidor, sin que a la fecha haya devuelto un solo duro a los pasajeros. Mi cuent...

"Corasón"

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Es inútil. Llevo años en España y no he podido perder mi acento de centraca. Mucha gente sin ninguna mala intención me lo ha recomendado una y mil veces como la única forma de integrarme completamente a la sociedad española, incluso han llegado a sugerirme que contrate los servicios de un foniatra para que en cuestión de días borre de un plumazo este acento que arrastro desde que nací en Costa Rica, cuando no se me pasaba por la cabeza emigrar y no tenía idea de que en mi pueblo se hablara distinto al resto del mundo. Por cabezonería, mal oído o nostalgia nunca he podido expresarme como “español de toda la vida” aunque eso no significa que por épocas no haya tratado de diferenciar la “c” de la “z” o de la “s” pero al final siempre desisto porque hay palabras que dichas a la española me suenan raro y hasta me parece que pierden todo su significado. Por ejemplo: no es lo mismo decir “corasón” que “corazón”, el primero me suena a bolero romántico de esos que llegan al alma y el segun...

Los malos de la película

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Si algo ha dejado claro esta campaña electoral es que el PP no está nada convencido de la llegada de tanto inmigrante a España y que desde sus filas se les asocia con la mayoría de los grandes problemas que desde su perspectiva azotan el país. Da igual si se habla de crisis de las hipotecas, del paro y el caos en la atención médica de la Seguridad Social, tarde o temprano siempre aparece esa “quinta columna”, esos inmigrantes que han llegado a España a colapsar a este país. La historia se repite: a falta de un enemigo frente al cual aglutinar fuerzas y conseguir apoyos nada más fácil que demonizar a un sector de la población, al más vulnerable…una lección de propaganda política que a Goebbel, el célebre ministro de la Alemania nazi, le dio grandes y magníficos resultados. Pareciera que desde la visión precaria de la realidad que tanto le gusta a un sector de la sociedad española, los derechos humanos son como los recursos naturales no renovables: cuanto más se usan más se gastan, vi...

La niña de Rajoy ataca de nuevo

Según los teóricos de la Comunicación Política los debates poco o nada afectan los resultados electorales sobre todo porque casi siempre el forofo que es capaz de tragarse hora y media de promesas de políticos en su mayoría es un friki de los partidos políticos y está más que convencido de por quién tiene que votar. Es decir que los debates solo sirven para reforzar simpatías (o multiplicar antipatías) y para poner nerviosos a los políticos que saben mejor que nadie que la gente es muy cruel y que siempre acabará por fijarse en detalles insignificantes y aparentemente anecdóticos para magnificarlos y…reírse a costa de ellos. Tal es el caso de la niña de Rajoy. Justo cuando nadie en España creía que el candidato del PP volvería a sacar la historia de la enigmática niña que nadie sabe si es Caperucita Roja, Ricitos de Oro, la niña del exorcista o Esperanza Aguirre (que a estas alturas viene a ser lo mismo) , volvió a la carga con ella para regocijo de los telespectadores y curiosidad de...

Pérdida de tiempo

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De repente no sabía si llorar o reír de tan sorprendente declaración y menos de boca de un político que representa, como el mismo dice, “a media España”. En cuestión de segundos el candidato del PP, Mariano Rajoy, echó por tierra los reclamos de miles de ciudadanos familiares de víctimas del franquismo que desde hace décadas vienen reclamando que se les reconozca y compense de alguna forma por todo el dolor sufrido por esos padres, abuelos, tíos y amigos cuyas vidas fueron truncadas por un proyecto totalitario. Según el Sr. Rajoy, el presidente de gobierno en lugar de preocuparse por las cosas que interesan a la “gente” – nótese que decir pueblo ha quedado demodé - se ha preocupado por cosas que no interesan a nadie “como la Alianza de Civilizaciones y…la Memoria histórica”. Para el candidato del PP esas cosas no deberían ni mencionarse a fin de cuentas lo pasado pasado y estamos en el siglo XXI, es decir que los esfuerzos que han realizado países como Chile y Argentina por determin...

Sarkozy…nada personal

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Sarkozy en mi familia se pronuncia frunciendo el ceño y haciendo mala cara. La culpa de todo la tiene mi madre que desde hace unos meses le cogió manía al primer ministro francés…digamos que no lo puede ver ni en pintura. “No es nada personal pero ese señor no me gusta para nada”, afirma con la absoluta convicción de quien tiene razones suficientes para hacerle la cruz alguien cada vez que aparece en televisión, en periódicos y por supuesto, en las revistas del corazón. Dice que un día de tantos mientras preparaba la comida se puso a pensar en el mandatario francés y en su agitada vida social, en sus idas y venidas con Cecilia, en su divorcio, en tanto viaje romántico, cena de gala, paseos en yate…en su boda con Carla, con sms de por medio, en su aspecto eternamente juvenil, en ese magnífico bronceado aún en pleno invierno, en su impecable apariencia “siempre tan metrosexual”, se puso a pensar en todo eso, como buena contabilista jubilada echó cuentas y llegó a una terrible conclusi...

Periodistas y políticos

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Quizá no seamos parte del star system político, y salvo excepciones, nunca figuremos en las listas electorales de los partidos políticos, pero no cabe duda de que en una democracia los periodistas cumplimos una evidente función política, muchas veces discutida y casi siempre olvidada por nosotros mismos (pero no por los propietarios de los medios de comunicación que la tienen siempre muy presente). Por falsa modestia, por temor o por la misma prisa, ama y señora de todas las salas de redacción, los periodistas pocas veces nos detenemos a pensar en el trabajo que realizamos y lo que significa para un sistema político tan vulnerable y atravesado por tantas contradicciones como la democracia. Un cuarto poder o un contrapoder, la discusión es amplia, y tiene tantas y tan variadas vertientes que la mayoría de teóricos siguen sin ponerse de acuerdo al respecto. En lo único que todos concuerdan es que los periodistas desempeñan un papel político que más que un privilegio se constituye en una ...

¡Mamá soy famoso!

Justo cuando estaba a punto de perder de todas las esperanzas y de apuntarme a un really show, justo cuando creía que para mi no había más esperanza que la Aguirre, es decir que estaba sumido en la desdicha más completa, justo cuando había deshechado mi sueño de ser famoso va la TVE y me saca en el telediario de la de la tarde. Durante 18 segundos –que los tengo cronometrados- miles de millones de españoles y de televidentes del canal internacional vieron mi careto. Todo un triunfo que al final, como en las buenas pelis americanas , deja clara dos lecciones: que la tele ya no es lo que era y que en estos días cualquiera sale en la pequeña pantalla, y que necesito urgentemente una cirugía plástica (porque con las pintas que llevo…) Sea como sea logré mi sueño: salí en la TV y de paso le hice una compleja y sesuda pregunta a ZP..

Mala conducta

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El PP no necesita enemigos. Él es su peor enemigo, al menos de un tiempo para acá, en que cada discurso de Mariano Rajoy y de su equipo pone los pelos de punta, al menos a un sector importante de la población. O sus líderes están muy mal aconsejados por sus asesores políticos, o poco a poco han ido haciendo un streaptease ideológico para enseñarnos sin ningún recato quiénes son en realidad y que de “moderados”, nada, que a fin de cuentas siguen siendo la derecha más rancia del mundo. Y por si alguien tenía alguna duda, la Conferencia Episcopal les echa una mano (al cuello) para sugerir, con la misma sutileza de una patada en el estómago, que es por los Superbuenos por quienes hay que votar. El PP no necesita enemigos y de eso no cabe la menor duda después de oír hablar a Rajoy de un código de “buena conducta” para los inmigrantes, que los inmigrantes por definición somos muy díscolos, ignorantes, salvajes a los que hay que civilizar, y para eso vinimos a España. A lo mejor Rajoy tien...

La venganza de Hilaria

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Por fin, por fin ya casi nos han confirmado que la candidata demócrata para las elecciones de USA será Hillary, la esposa cornuda pero nunca apaleada que ha logrado compatibilizar a la perfección y con sorprendentes resultados su vida familiar y profesional para envidia de todas las mujeres del mundo que a duras penas sobreviven a la rutina diaria. Tiembla Washington, tiembla la Casa Blanca y tiembla el futuro First Gentleman Bill Clinton que a partir de ahora, según la más pura tradición política americana que siempre ha visto en las primeras damas un remake de reinas y princesitas, deberá asistir a todos los actos de beneficencia habidos y por haber, acompañar a su mujer a las cenas de galas y saludar graciosamente al público en general y en particular. Vamos que a partir de ahora Bill tendrá que ser tan modosito como han sido todas sus predecesoras, todas menos su mujer claro está, que cuando no estaban en un rastrillo o tomando el té con la Reina de Inglaterra estaban hacien...

Por preguntar...

Después de imnumerables experimentos, de intensos debates y arduas investigaciones de campo, los políticos, y sus asesores –casi siempre luminarias siderales– han descubierto algo sin precedentes en la historia de las democracias: que los electores tienen un mogollón de preguntas que hacerles antes de votar. Todo gracias a Internet y a las nuevas tecnologías que al menos teóricamente han obligado a los políticos a bajar del Olimpo y a mezclarse con el populacho en la red, al menos para responder a todas las preguntas que se les están planteando en foros, chats y en plataformas como Youtube. Y como por preguntar nada se pierde, como decía mi abuela, tras un sesudo análisis y un exhaustivo proceso de documentación, este centraca decidió hacer la pregunta del siglo.

La mala envidia

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Envidia de la mala. Es lo que me dan los inmigrantes en EE UU, que por lo menos cada cuatro años se convierten en objeto de toda clase de mimos de los políticos en su carrera hacia la Casa Blanca. Afroamericanos, hispanos, asiáticos, extraterrestres…, ningún político en su sano juicio escatima esfuerzos en acercarse a estas comunidades a conocer sus problemas de primera mano –eso dicen los chavalines– y a tomarse la foto de rigor con ellos, que es lo que más me mola: me imagino al típico chinito, si es que hay un típico chinito, enviándole la foto a su abuelita en un pueblo allá en la provincia de Xinjiang, por ejemplo, y la pobre viejecita enseñando la foto de su nieto con Hillary, Obama o McCain (que con ese nombre tiene un gran porvenir en un burguer). Pues aquí el chinito ese y todos los inmigrantes lo tenemos claro: simplemente no existimos para la mayoría de los políticos. Ya se lo he explicado a mi madre, que se la pasa soñando que le envío una foto con Llamazares o Zapatero, qu...

Sospechoso habitual

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“Varón de edad comprendida entre 25 y 45 años, moreno, de aproximadamente 1,75 m de estatura, 80 kilos de peso… Viaja solo…”. Si usted se puede incluir en esta descripción, muchas felicidades, porque ha pasado a engrosar la lista de los sospechosos habituales de los policías de medio mundo, que al parecer han construido su retrato robot basados en una serie de rasgos tan vagos y generales que es imposible no conocer a alguien que, en el mejor de los casos, cuadre bastante con esa descripción, o que, en el colmo de la mala suerte, encaje a la perfección con el retrato del malvado estándar. Narcotraficantes, rateros, terroristas, traficantes de armas, tratantes de blancas…, al parecer todos tienen un perfil similar a cualquier ciudadano de a pie, como usted o como yo mismo, que estoy convencido de que vaya donde vaya presento una fenomenal pinta de delincuente. Eso lo descubrí hace algunos años en el aeropuerto de Houston (Texas), en la época en que Bush Jr. era gobernador. Nada más...