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Mostrando entradas de agosto, 2008

Autógrafos que matan

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Las chicas se acercaron a pedirme un autógrafo. Como tenía solo 24 añitos y estaba exultante porque era mi primer viaje como corresponsal, y encima me habían encomendado la ‘difícil misión’ de cubrir un concurso de belleza, me pareció lo más normal del mundo que alguien quisiera que estampara mi nombre en una libreta, al lado del "jet set" latinoamericano. Tampoco me sorprendió que, desde la mañana, la gente del hotel estuviese extrañamente amable conmigo tratándome como un rey y no como el pringado periodista que era y sigo siendo. Con la mayor naturalidad del mundo me puse a firmar autógrafos, hasta que una de ellas me espetó al ver mi nombre: «¿Pero tú no eras el que salía en la telenovela?». Aclarado el misterio: inexplicablemente me habían confundido con el galán de un culebrón venezolano. Si la cosa hubiera quedado ahí, habría sido el mayor piropo de mi vida, pero, furiosas, las chicas al decirles que se trataba de una confusión rompieron el papel al tiempo que una de

La soledad

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Cuando mi madre se pone a filosofar mientras pela patatas –de todo hay en la viña del Señor– suele decir que la soledad es la compañera constante del hombre, que uno nace solo y muere solo aunque esté rodeado de mucha gente. Quizá, como eso me lo viene repitiendo desde que tengo uso de razón (es decir, desde hace relativamente poco tiempo), ya me he hecho a la idea de que la soledad nos tiene atrapados entre sus manos. Como soy bastante vago, incluso me he resignado y hasta he hecho buenas migas con ella, que al final no es tan pesada como la pintan y siempre tiene algo que enseñarnos, sobre todo a escuchar nuestras voces interiores. No sé si les pasa, pero cuando estoy mucho tiempo rodeado de gente, llevando una gran vida social, acabo con el ánimo putrefacto, empiezo a sentirme un poco tonto y termino echando de menos un rato de soledad para estar frente a frente con ese desconocido que soy yo. Gracias a la soledad he descubierto pequeñas verdades de mí mismo y he llegado a una brill