Los malos de la película

Si algo ha dejado claro esta campaña electoral es que el PP no está nada convencido de la llegada de tanto inmigrante a España y que desde sus filas se les asocia con la mayoría de los grandes problemas que desde su perspectiva azotan el país. Da igual si se habla de crisis de las hipotecas, del paro y el caos en la atención médica de la Seguridad Social, tarde o temprano siempre aparece esa “quinta columna”, esos inmigrantes que han llegado a España a colapsar a este país. La historia se repite: a falta de un enemigo frente al cual aglutinar fuerzas y conseguir apoyos nada más fácil que demonizar a un sector de la población, al más vulnerable…una lección de propaganda política que a Goebbel, el célebre ministro de la Alemania nazi, le dio grandes y magníficos resultados.

Pareciera que desde la visión precaria de la realidad que tanto le gusta a un sector de la sociedad española, los derechos humanos son como los recursos naturales no renovables: cuanto más se usan más se gastan, vienen contados por definición por lo que hay que racionarlos y no andar dando derechos a la gente así porque así, no vaya a ser que mañana nos enfrentemos a una escasez de derechos para los españoles. A juicio de estos señores por cada derecho que se le reconoce a, por ejemplo, un inmigrante, se le quita ese mismo derecho a un español de toda la vida. Lógica aplastante para ellos, una visión mezquina para muchos.

Vale que la inmigración irregular puede convertirse en un problema que requiere una pronta solución de todo el conjunto de la sociedad pero da la impresión que en esta campaña electoral el tema se ha tratado por algunos sectores de la clase política -esa que tiene la obligación de enseñarnos a vivir en democracia- en forma irresponsable, con la misma sutileza de un ataque cardiaco recurriendo a simplificaciones peligrosas claramente xenófobas que han ayudado a crisparnos a todos.

Yo por ejemplo le estoy cogiendo manía a todos los inmigrantes: no soporto a Nemet, el camarero moro del bar del barrio porque con su lentitud árabe ha hundido la fama de todo el sector de la restauración española, gracias a él “los camareros ya no son como los antes”. Tampoco soporto a Xin Lao, la dueña del ultramarinos de debajo de casa, con su ojos rasgados y su eterna sonrisa tengo la sensación que se está burlando de mí, lo mismo me pasa con Yajaira, la chica de la limpieza, esa tiene toda la pinta que pasa todo el día en el hospital haciéndose mamografías (está claro que a eso vienen las ecuatorianas a este país).

Lo peor de todo es que tampoco yo últimamente me caigo tan bien como antes, de hecho ya no me soporto…claro como también soy inmigrante tengo la terrible sospecha que por culpa mía el paro ha aumentado en los últimos meses, que por darme trabajo a mí cientos de españoles se han quedado sin empleo, sin vivienda digna y sin nada de nada.Para ser sincero no me puedo ni ver en el espejo y hasta he prometido no volver a dirigirme la palabra porque soy malo malísimo, una amenaza para stablishment de la nación española, el que tanto defienden los buenos de siempre.

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