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Mostrando entradas de agosto, 2015

Lugares comunes

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Mis amigos me suelen decir que siempre voy a los mismos sitios. Y la verdad que tienen razón porque soy un poco gato y siempre acabo por encariñarme con los lugares que frecuento. No entiendo la manía de esta generación de estar siempre en busca de nuevos sitios, nuevas tendencias  y nuevas experiencias, huir eternamente de cualquier zona de confort. Se pasan el tiempo conociendo gente, viajando a lugares exóticos, cambiando de bares, de amigos y de parejas, es como si todo a su alrededor tuviera fecha de caducidad. A mi por el contrario todo ese frenesí me aturde porque me encanta la magia de lo cotidiano, de esos lugares de siempre. Ya sea el bar donde el camarero no te deja ir sin invitarte a una más, el restaurante chino de toda la vida en el que la dueña te regaña si dejas de ir mucho tiempo o  el supermercado  del barrio en el que la cajera te recomienda productos bajos en colesterol, para mi todos esos sitios cotidianos son parte de mi historia  y me recuerdan que vaya donde v

10 mandamientos para estar en las redes sociales

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Facebook parece un cementerio. Está lleno de páginas fantasmas, de gente que se entusiasmó abriendo una página para su negocio y, por pereza o falta de tiempo, nunca más la volvió a actualizar. Los clientes la visitan una y otra vez esperando tener alguna novedad pero no hay remedio, parece que el dueño murió o que simplemente no se preocupó por su imagen digital. Nada malo sino fuera porque cada vez más las redes sociales se están convirtiendo en un lugar privilegiado para encontrarse con el cliente y dialogar de tú a tú con ellos. Imagine si su potencial usuario llega a su tienda y usted la tiene sucia y llena de telarañas. Posiblemente no dure ni cinco minutos en su negocio. Lo mismo con su perfil en las redes sociales, si su cliente lo encuentra descuidado y desactualizado probablemente no lo vuelva a visitar. Como usted no puede darse el lujo de desperdiciar cualquier oportunidad de negocio, aquí algunos consejos prácticos: Frecuencia. Aunque hay que estar atento

Perseidas

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Treinta o setenta años ¿Qué mas da?. Al final el tiempo vuela y nuestra vida pasa en un abrir y cerrar de ojos. Eso lo decía mi abuela poco antes de morir, que sentía que su vida había sido tan pero tan breve que se quedaba con ganas de pasar un tiempo más con sus hijos. Siempre es demasiado breve, todo fluye y se nos escapa de la mano. Amamos a alguien durante uno o diez años y al final tenemos la impresión que estuvimos con esa persona tan solo cinco minutos, que nos faltó tiempo para amarnos más. Tenemos hijos, los vemos crecer, creemos que es una eternidad pero un día de tantos los vemos partir. A lo mejor pasaron 25 años pero para nosotros fueron unos instantes. Nuestros padres nos acompañan por el camino, 20 o 50 años, un día de tantos nos dejan. Nos parecía toda una vida pero en realidad tan solo los tuvimos unos momentos. Todo pasa con excesiva rapidez, el tiempo se esfuma en nuestras manos y la gente pasa a nuestro alrededor con una vertiginosa velocidad, como cometas. Los

Amigos de bares

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Tienen la peor fama del mundo y a menudo son los malos de las películas, los causantes de cualquier divorcio o los culpables de que la gente ande por mal camino. Decir que has quedado con tus amigos de bar es muy mal visto, prueba inequívoca de que has tocado fondo: de ahí a dormir en banco en el parque abrazado a un tetrabrick de don Simón solo hay un paso. Queda mejor decir que vas a ver a tus colegas de oficina -aunque te aburras como una ostra- o  a tus compañeros yoga -aunque no tengas tema de conversación- tienen mejor fama y a juicio del público, son garantía absoluta que vas en la dirección correcta. Yo como soy bohemio por vocación y noctámbulo de toda la vida reivindico a mis amigos de bares, esos seres mitológicos que ves de vez en cuando, de los que desconoces casi todos los aspectos de su vida y con los que brindas en incontables ocasiones. A lo largo de mi vida he tenido grandes amigos de bares gente "banal y superficial" a la que les he tomado verdadero cariñ

Cartas de amor

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Ahí las tengo en una caja metálica. A decir verdad algunas no son cartas precisamente sino facturas, post-it, pedazos de informes, de partes médicos o propaganda de bancos en las que alguien un día decidió dejarme algún breve mensaje que de cierta forma cambió mi vida. A simple vista son cotidianos, no contienen ninguna gran declaración pero reflejan la ternura de un tiempo lejano, el eco de vidas pasadas en el que cuesta reconocernos cuando por cosas de la vida nos hemos vuelto extranjeros de nosotros mismos. ¿Alguien sintió todo eso por nosotros? ¿Fuimos tan importantes en la vida de esas personas? ¿Alguien tuvo la paciencia de escribir al reverso de una lista de compras que ese día nos iba a cocinar nuestro plato preferido solo para vernos sonreír? He querido quemarlas, olvidarme de ellas por completo pero algo siempre me lo impide: pienso en cuan triste que habría sido mi vida sin ellas y que hay gente que deja este mundo si haber recibido nunca cartas de amor. Así que siguen ahí

Hermann y Mario

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Uno nunca sabe cuando la guerra se atraviesa por su camino. Mi abuelo Mario lo descubrió durante la II Guerra Mundial cuando le perdió la pista a su amigo del alma. Hermann era un emigrante alemán que había llegado a Costa Rica con su familia huyendo de la crisis económica que azotaba a Europa en los años 20. Desde el primer momento fueron inseparables, estudiaban juntos y pasaban largas horas charlando de lo que harían cuando fueran mayores.  Sin embargo un buen día los padres de Hermann decidieron regresar a Alemania por lo que los dos amigos se separaron con la promesa de ser amigos para siempre. Durante algunos años se escribieron regularmente hasta llegó Hitler al poder, a partir de ahí las cartas empezaron a ser menos frecuentes hasta que un día mi abuelo no volvió a saber nada de su amigo. Durante toda la II Guerra mundial mi abuelo pasó a la espera de recibir noticias de su amigo, le escribía con frecuencia y nunca recibía respuesta. Cuando escuchaba las noticias de la BB