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Bye, Bye terrazas

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Uno de los problemas básicos de vivir en una zona güay, glamurosa y fashion -y cuanto adjetivo inn quieran los cool hunters - es que tarde o temprano los vecinos terminan hasta las narices de las mareas de curiosos nacionales, y del resto del mundo, que se acercan para “impregnarse” del ambiente “bohemio y urbano”, que es como catalogan todas las guías turísticas al barrio donde vivo y respiro diariamente ese tufillo de postmodernidad: la Latina. Yo por ejemplo, acabé hasta el moño de las terrazas de la acera de mi casa, que durante cuatro años martirizaron a todos los vecinos. No es que uno sea un amargado, pero es que eso de tener que abrirse paso entre turistas, borrachos, camareros y espontáneos para entrar a tu casa era un suplicio, sobre todo cuando uno tenía alguna urgencia muy concreta, tan concreta como la de ir al baño. Uno venga a aguantar, a ponerse rojo mientras el gentío avanzaba lentamente por la acera, ellos pensando en lo bonito que es vivir en el centro, y uno solo

Las terrazas atacan de nuevo

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Como vivo en ese parque temático de las terrazas que es el barrio de La Latina, en Madrid, cuando llega el buen tiempo me da un estrés que no veas, porque significa que llega la época en la que para entrar en casa tengo que esquivar mesas, sillas, camareros, músicos callejeros perpetrando éxitos de siempre, tragafuegos, saltimbanquis, turistas del interior y del exterior, borrachos, ‘yuppies’, ‘hippies’ y hasta monjas que han decidido tomarse una caña a las puertas de mi humilde casa. No es que uno sea un "amargao", pero resulta un poco incómodo hacer cola para llegar a la puerta de tu vivienda o tener que ponerte algo ‘fashion’ cada vez que bajas a tirar la basura, por no saber con quién te puedes encontrar. Sin ir más lejos, un día, en una de esas mesas que han tenido la cortesía de colocar en mi portal, estaba el elenco completo de una famosa serie de televisión. Fue abrir la puerta y ellos ahí sentados,desprendiendo ‘glamour’ a raudales, y yo en chándal del Rastro, con do