La mala envidia


Envidia de la mala. Es lo que me dan los inmigrantes en EE UU, que por lo menos cada cuatro años se convierten en objeto de toda clase de mimos de los políticos en su carrera hacia la Casa Blanca. Afroamericanos, hispanos, asiáticos, extraterrestres…, ningún político en su sano juicio escatima esfuerzos en acercarse a estas comunidades a conocer sus problemas de primera mano –eso dicen los chavalines– y a tomarse la foto de rigor con ellos, que es lo que más me mola: me imagino al típico chinito, si es que hay un típico chinito, enviándole la foto a su abuelita en un pueblo allá en la provincia de Xinjiang, por ejemplo, y la pobre viejecita enseñando la foto de su nieto con Hillary, Obama o McCain (que con ese nombre tiene un gran porvenir en un burguer). Pues aquí el chinito ese y todos los inmigrantes lo tenemos claro: simplemente no existimos para la mayoría de los políticos. Ya se lo he explicado a mi madre, que se la pasa soñando que le envío una foto con Llamazares o Zapatero, que son los que más morbo le dan.

Será por falta de costumbre, por dejadez o por la idea de que la composición social española es la misma de los años ochenta, en la que los latinoamericanos se contaban con los dedos de una mano, pero el caso es que los inmigrantes –por más nacionalidad que tengamos- no existimos como clientela electoral, por lo menos durante la campaña. No es que el resto del tiempo los políticos y los medios nos ignoren, como salimos en las estadísticas cada cierto tiempo nos mencionan para hablar del aumento de la delincuencia, de la crisis de la Seguridad Social y esos temas que tanto gustan a los tremendistas, esa gente que se resiste a creer que en España el gris ya no se lleva y que el nuevo siglo nos trajo la España multicolor, esa en la que todos tenemos cabida.
Así es que le he dicho a mi madre que para que consiga esa foto va a pasar mucho tiempo, al menos hasta que los políticos se den cuenta que además de trabajar y pagar impuestos también votamos, y que en un futuro no muy lejano podríamos decidir elecciones y tener diputados de origen africano, sudamericano y asiático. Mientras llega ese día siempre nos quedará el Photoshop para “colarnos” en las fotos de los mítines y actos oficiales.

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