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martes, 4 de junio de 2019
Volver a bailar
Estaba lleno de pánico y de tristeza. En un año me había quedado sin trabajo, había terminado una relación, había tenido un infarto, una angioplastia fallida que estuvo a punto de mandarme al cementerio en medio de la incredulidad de mucha gente y de mismos doctores que atribuían mis "achaques" a los nervios y aunque la segunda operación había salido bien me había quedado con el miedo como telón de fondo de mi vida cotidiana. Llevaba una vida sana, caminaba todos los días, seguía al pie de la letra todas las recomendación que me habían dado durante el proceso de rehabilitación pero por las razones que fuera me negaba a bailar. Esa noche sin embargo todo fue distinto, no sé si la culpa la tuvo el vino, la música o las tremendas ganas que tenía de sacudirme esa tristeza que me acompañaba desde hacía mucho pero simplemente la música me envolvió, lentamente me puse a bailar y no paré en toda la noche. Nunca nadie entendió por qué estaba tan feliz y probablemente se habrían sorprendido más que al llegar a casa llorara de alegría. Había vuelto a bailar.
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