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Mostrando las entradas etiquetadas como Mujeres

Los hombres ya no son lo que eran

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Me contaba una amiga divorciada que harta de ser la eterna soltera, la que siempre va sola a las fiestas y cenas, se apuntó a una web de contactos. Tras el temor inicial del “quedirandemi”, ilusionada creó su perfil con una breve y “honesta” descripción: chica de 50 años, profesional y de buen ver busca chico para salir. Agregó un par de fotos, las mejores de sus últimas vacaciones en Ibiza, una con la melena al aire en plan leona y otra más formalita con traje de ejecutiva para reforzar la idea de mujer independiente. Al principio los resultados no se hicieron esperar: mensajitos, piropos, propuestas de noches de pasión y hasta de matrimonio. Se sentía en la gloria porque otra vez estaba en el mercado y no paraba de responder mensajitos picantes. Sin embargo, con el tiempo su ánimo se fue desinflando porque con los chicos que quedaba o querían enrollarse en el momento o casarse ipsofactamente, y la verdad es que tras un traumático divorcio no se está para ninguna de las dos cosas. As

La crueldad de la gente buena

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A menudo se lamentaba una amiga de lo mala que solía ser la gente buena. No lo hacían con mala intención pero cuando se lo preguntaban la dejan triste y bastante apesadumbrada, con y un sentimiento de tota inutilidad frente a la vida. “¿Para cuando los hijos, que ya os estáis haciendo mayores?” Después cumplir treinta y cinco años familiares, amigos y vecinos se la repetían como un mantra, como un reclamo del coro griego a la heroína que se niega a cumplir el papel que el destino le ha marcado. El drama era que ella si que quería y estaba dispuesta a sacrificarse, llevaba intentándolo varios años pero ni la madre natura ni ninguna técnica de fertilización daban resultado. ¿Cómo decirles que había llorado noches enteras? ¿Cómo expresar la frustración que sentían ella y su marido? Hay cosas que no se pueden decir con palabras y esa era una de ellas. Bastaba con verla mirar a un bebé para comprender lo que estaba sufriendo. La historia de mi amiga tuvo un final feliz, hoy es madre de un p

La vida desde un árbol

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Decía mi abuela que se dio cuenta que estaba envejeciendo el día en que no pudo subirse más a los árboles. Según ella, subir a un árbol, sentarse en una de sus ramas, sentir como te acaricia el viento y ver el sol brillar por entre sus hojas era una de esas experiencias por las que valía la pena haber nacido. De niña lo hacía todos los días aún a riesgo de romper vestidos nuevos o de que su madre la castigara por perder el tiempo. En la adolescencia, en esa edad del recato y del pudor, mi abuela confesaba que seguía haciéndolo a hurtadillas para no dar de qué hablar a la gente, si estaba dando un paseo y de repente descubría que nadie la veía corría al primer árbol para subir a él y tener esa maravillosa sensación de libertad, “¡cómo gozaba haciéndolo!”, contaba mientras se reía como solo ella sabía hacerlo. Casada y convertida en madre de familia los niños fueron la excusa perfecta para seguir subiendo a los árboles, no quedaba tan mal porque estaba jugando con sus pequeños, “eso sí