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Mostrando entradas de octubre, 2020

Las caderas de Tom Jones

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Cuando Tom Jones salía por la tele el mundo de mi vieja se detenía. Daba igual que tuviera las patatas al fuego o que estuviera en mitad de una conversación importantísima, si por la pantalla aparecía el Tigre de Gales con su vozarrón, moviendo sus caderas con sensualidad, cualquier cosa podía esperar. "¡Qué hombre! ¡Qué voz! ¡Qué forma de bailar!" mi madre suspiraba y daba pasitos de baile mientras escuchaba canciones como  "It's Not Unusual" "She is a Lady" "Delilah" o se emocionaba profundamente con " My yiddishe mama". Frank Sinatra era muy aburrido, Elvis Prestley demasiado joven, Demis Roussos cantaba bien pero no se meneaba como su ídolo que en cada presentación cosechaba desmayos, aplausos y los eternos elogios de mi vieja que siempre estaba a punto de declararlo "Patrimonio de la Humanidad" y de hacerlo un monumento. Imposible no pensar en ella cada vez que escucho algunas de sus canciones, imaginármela sonriendo

El empleado del año

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Hace muchos años una empresa de trabajo temporal con la que llevaba años colaborando me escogió como uno de los empleados del año. Éramos un grupo de 30 empleados que habíamos recibido calificaciones muy altas por parte de las empresas clientes. Como de costumbre, cuando recibí la notificación me lo tomé a guasa, siempre me había reído de las fotografías de los "Empleados del Mes" en las Mc Donalds y me parecía surrealismo puro y duro que me rindieran "homenaje" por grabar datos en una constructora, un trabajo y un lugar muy lejos de lo que había aspirado en mi vida. De ninguna forma pensaba asistir a una actividad tan hortera y de mal gusto pero no pude resistir la tentación cuando recibí la invitación y leí en letras mayúsculas: "POSTERIORMENTE A LA CEREMONIA SE SERVIRÁ UN CÓCTEL", un reclamo que a lo largo de mi vida me ha hecho -y me hace- resistir y aguantar estoicamente cualquier discurso o ceremonia, si hay vino y tapas de por medio, soporto lo que

El bolso mágico

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  Tras morir mi madre y abrir su armario lo primero que encontré fue su bolso. Mi primer sentimiento (ilógico) fue de congoja: mi vieja se había olvidado su bolso!!¿Cómo se las iba apañar sin él? No podía imaginarla sin aquel compañero inseparable. Daba igual que fuera a visitar a una vecina del barrio o a una cita médica, nunca estaba completamente lista si no tenía colgado su bolso, ese artilugio mágico del que podía salir cualquier cosa y que durante mi infancia había sido el único sitio seguro en el que podía guardar mis tesoros: desde una fruta a medio a comer, y que quería saborearla más tarde, hasta una postalita de algún álbum que estaba haciendo, si se los daba a mi vieja para guardarlos por que estábamos en la calle podía estar tranquilo, nunca se me perderían y a la hora de dormir me los encontraría sobre mi mesa de noche.  Con el paso del tiempo de ese bolso mágico siguieron saliendo las cosas más variadas desde una pastillita para el dolor de cabeza hasta un caramelo de me

Reina a la fuerza

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Contaba mi madre que a regañadientes y por insistencia de su tío Eladio, que era líder comunitario y dueño de la pulpería más famosa del barrio, aceptó ser candidata al reinado de belleza de su pueblo. No estaba muy contenta que digamos pero la verdad que era muy sencillo: solo tenía que vender boletas de participación entre sus conocidos, ir a un par de actividades protocolarias y asistir gratis al baile inaugural de los Festejos Populares, ni tan mal. Lo que no contaba mi vieja es que entre mi padre y la prole de tíos y primos que tenía iban a vender todas las papeletas en un santiamén y se iba a convertir en Haydée I, flamante Reina de las Fiestas de Zapote, título con el que apareció en toda la publicidad del baile de coronación con "orquesta y cena" que, con foto suya incluida, se empapeló todo el pueblo.  Como toda reina  para su coronación necesitaba un vestido digno, así que a toda prisa la costurera del vecindario le hizo un vaporoso vestido que para sorpresa de todo