Insultos a la carta
Si un extraño me insulta en la calle me descojono de risa porque nunca he podido entender esa manía que tiene mucha gente de insultar a ilustres y pobres desconocidos. Como los buenos culebrones latinoamericanos bien nos han enseñado solo nos pueden insultar y ofender correctamente quienes conocen nuestros secretos: que a la sufrida protagonista su verdadera madre le diga que es una “regalada” (“una cualquiera” en castellano ibérico de toda la vida) es algo que puede traumatizar a la heroína y hacer sufrir a los telespectadores durante varios capítulos, pero que en el autobús alguien la insulte por un simple pisotón solo puede ser utilizado en la trama para confirmar la bondad de la víctima y los malos malísimos que son los demás. Después del corte de publicidad nadie se acordará de ese incidente ni de la cara del figurante que insultaba, y Yajaira Patricia, o como se llame, seguirá sufriendo por el amor imposible de Carlos Emilio. Toda una filosofía que ha marcado mi vida y que expli...