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Mostrando entradas de 2014

¿Más ocupado que el Papa?

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Si el Papa en persona llama por teléfono a un feligrés tras enterarse de graves y dramáticas denuncias, si una autoridad mundial con una apretada agenda es capaz de coger el teléfono para interesarse personalmente por un caso ¿ por qué usted señor político, empresario o gerente se niega a atender personalmente a un cliente o elector? ¿En serio que usted está más ocupado que el Papa? Nuevos tiempos corren en el mundo de la comunicación, si algo están haciendo las redes sociales es arrasar con la comunicación vertical que estaba plagada de secretarias y jefes de prensa que hacían imposible cualquier contacto directo con una autoridad. La democracia ha llegado al mundo de la comunicación, da igual que usted sea presidente de gobierno o gerente de un taller mecánico, la gente ya no quiere esperar semanas para hablar con el "máximo responsable", ni quiere que lo atienda un delegado exige que sea usted el que lo reciba. Así que si quiere mantener su vigencia en el mercado, si no

Sus clientes lo esperan

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¿Sabe que esperan los clientes de usted en las redes sociales? Que los escuche. Ni más ni menos. Estudios recientes señalan que cada vez más gente para contactar a una empresa prefieren utilizar los social media en lugar del email o el teléfono porque les da una mayor sensación de cercanía y la idea de que están hablando con alguien de carne y hueso no con una especie de ente situado en la lejanía, es decir que su nuevo departamento de Atención al Cliente son las Redes Sociales. De nuevo: sus usuarios, esos que le "dan de comer" a usted quieren que los escuche, que responda a sus inquietudes, que sea capaz de interpretar sus necesidades. ¿Lo está haciendo? ¿Cuanto tiempo al día dedica a una escucha activa, a responder conversaciones, a analizar "Trending Topics", a actualizar sus perfiles con información útil y trascendente? Así como por nada del mundo no dejaría de atender a un cliente que está detrás del mostrador de su tienda, lo mismo en las redes sociales,

Los mejores embajadores de su marca

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¿Cuál es la mejor estrategia de social media? La que incluye a los empleados de la organización. Usted contratar al mejor experto del mundo e invertir tiempo y dinero en construir su marca en el mundo cibernético pero si no logra enganchar a sus propios trabajadores, entusiasmarlos para que sumen esfuerzo en el mundo digital a su estrategia de comunicación siempre le va a faltar algo esencial, el alma. Ahora que se lleve en el mundo de la comunicación el tono cálido y desenfadado en las redes sociales se trata de humanizar la marca, de enseñarle a nuestros clientes que da igual que seamos una gran corporación y que coticemos en bolsa: también tenemos nuestro corazoncito y eso solo podemos lograrlo si involucramos a la gente que trabaja con nosotros. Pierda el miedo a que se etiqueten en el trabajo, a que tomen fotos en las oficinas,  a que comenten  el día a día. . Establezca unas pocas normas claras sobre el uso de las redes sociales en horas de trabajo -siempre es necesario- y tra

Construir la casa por el tejado

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 Si usted necesita un servicio ¿A donde acude en busca de información? ¿Hace una búsqueda en las páginas de Facebook o va directo a Google? Posiblemente para la mayoría de nosotros la segunda opción es la más natural: se teclea lo que estamos buscando y nos vamos directo a la página de la empresa que estamos buscando con la esperanza de encontrar toda la información que necesitamos. Probablemente en algunos casos acudamos a Facebook para buscar datos complementarios del producto o leer las reseñas de otros usuarios sobre los servicios que ofrece la empresa.  En resumen: la web sigue siendo la vitrina de su negocio u organización. Siendo una verdad tan evidente uno se pregunta si no es un poco pérdida de tiempo que tantas empresas e instituciones, grandes y pequeñas, estén invirtiendo tanto tiempo en las redes sociales descuidando por completo su web, incluso me atrevería a decir que un elevado número de negocios con presencia en las redes sociales ni siquiera tienen su propio s

Cariño si te quiere

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Tusa, o Tusita como la llamábamos, podría aparecer en cualquier momento y a cualquier hora del día. Daba igual si estábamos charleando en la calle luego de alguna reunión o viendo la tarde pasar, ella llegaba se plantaba frente a ti con la mirada triste y perdida y te preguntaba incesantemente : "¿Verdad que cariño no me quiere?" Ella aguardaba en silencio la respuesta que según el día que tuviéramos podría ser un "Claro que te quiere" o un simple "Si, Tusita cariño no te quiere". Con la frialdad que te dan los 20 años, reíamos un poco y seguíamos con nuestra conversación mientras ella se alejaba triste y solitaria renqueando por las calles. Poco o casi nada se sabía pero lo que todos teníamos claro era que Tusita escondía detrás de menuda figura un drama y la tristeza de quienes nunca en su vida se han sentido amados. A lo mejor un padre cruel o un gran amor que le rompió el corazón, Tusa sufría y lloraba por las calles de mi pueblo su desventura. Ha

Guerreras

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Es fácil encontrarlas en los alrededores de los hospitales. Tienen la mirada triste en la que caben todas las melancolías del mundo pero ese desparpajo que solo tienen quienes no se sienten derrotados por la vida y presumen que un último intento a nadie le sienta mal y que con un poco de paciencia a lo mejor el sol alumbra (aunque sea un poquito). Las ves en las salas de espera, maquilladas como si fueran al encuentro de un gran amor, algunas con un pañuelo de alegres colores en la cabeza, algunas con peluca y otras calvas, si total la belleza está en el interior y lo con un poco de suerte, cuando todo termine, volverá a crecer esa melena que tanto les gustaba. A todas, esas seis letras les cambió de la noche a la mañana la vida: eso era algo que solo le pasaba a otras pero no a ellas sin embargo están ahí, tras el dolor inicial y esa tristeza profunda que solo pueden entender quienes han estado al borde de un abismo. Están ahí contra todo pronóstico, están ahí apostando por la vi

Lúnaticos

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Nos enojamos si alguien no responde de inmediato un whatsapp o una llamada por Skype. Nos ofendemos si mandamos un mensajito por Facebook y no se nos escribe a la primera -a pesar de estar on line y de tener el "check" de visto-, y si contactamos por alguna app para lo que sea -para intercambiar libros usados, para ayudar una causa o para ligar-  y no nos hacen caso a los cinco minutos perdemos los nervios  o si mandamos un email y no recibimos respuesta en un plazo prudencial de 15 segundos ponemos al destinatario en lista negra. He oído historias de terror de parejas que se han dejado porque uno de los dos no respondió al instante un whatsapp pese a que aparecía conectado  - «a saber con quien estarías» - o porque uno de los dos ante una pregunta trascendental en el Skype no solo tardó en responder sino que en el cuadro de diálogo el iconito de estar borrando salía constantemente - «¿te costó decirlo eh?»-, o de amigos de toda la vida que se han enfadado por no comentar a

Guapo

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Desde primer minuto le puse a Carlos, el ligón del hospital. No habían terminado de instalar su camilla y ya tenía un contingente de enfermeras desfilando frente a él, mirándolo con una mezcla de curiosidad, deseo y tristeza. La verdad que era guapo:  27 años recién cumplidos, 1.80 de estatura, pelo negro azabache, ojos verdes, piel blanca como el marfil. Tres meses antes su vida era como la de cualquier joven de su edad, llena de sueños y de ilusiones, una carrera, amigos, novia -la más guapa del pueblo-  hasta el fatídico día en que decidió salir a comprar pan en su moto y sin el casco puesto. Una piedra en mitad del camino, y un accidente estúpido: en coma y cuadrapléjico desde entonces. Su historia me la contó su hermano mayor quien con los ojos rojos no cesaba de regañar con ternura a Carlos "Usted si es vago, tan grandote y sigue ahí acostado. Huevón, tiene que irse despertando, que tenemos que seguir mejengueando". Me contó cabizbajo que aunque los médicos le habían

El oso y la muñeca

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A Dialá la conocí la vez que estuve en el hospital.  Estaba justo en la cama enfrente mío. Cuando desperté tras la operación lo primero que vi fue un oso de peluche gigante, una muñeca y una chica de unos 20 años  conectada a un respirador artificial,  que me miraba fijamente. La saludé con desgano y seguí durmiendo pensando que se trataba de un sueño, después de todo un oso y una muñeca poco tienen que ver con la sobriedad y el gesto adusto de un hospital. Horas más tarde cuando desperté la chica seguía ahí, mirando al vacío mientras una amigo de su misma edad, la peinaba y repasaba con ella su fin de semana. La verdad que como el oso y la muñeca, Dialá poco pegaba en esa sala donde estábamos cinco adultos recién operados, amargados y atontados por anestesias y medicamentos. Sonreía poco, se quejaba algunas veces y su madre siempre corría de un lado a otro intentando sonreír mientras sus ojos miraban con tristeza, "Si usted la hubiera conocido hace un año...era una muchacha ale

Nunca sabrá

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Él nunca sabrá que ella estuvo a su lado día y noche, que le besaba tiernamente la frente y le susurraba al oído palabras de amor. Nunca sabrá que lo miraba con dulzura mientras estaba sumido en un profundo coma, que hacía bromas sobre su buen aspecto con otros pacientes,  que siempre llegaba maquillada, perfumada y con su mejor vestido como si se tratase de la primera cita, que lo miraba con coquetería y que de vez en cuando lloraba en silencio mientras sostenía su mano.  Nunca sabrá que pasaba noches enteras sin dormir, que vigilaba a médicos y enfermeras  con «no me lo maltrate mucho», que corría desesperada por los pasillos del hospital para conseguir morfina, que contra viento y marea siempre esperó que despertara, que lloró a mares el día que murió. Nunca sabrá que lo amó más que nada en el mundo. Juan murió de cirrosis una día antes de que yo abandonara el hospital. Mientras estuvo hospitalizado su esposa nunca se separó de su lado.

Flirtear en tiempos Apps

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Total que tanta app para ligar ha dado al traste con el viejo arte de cortejar. Antes, en el siglo pasado , parte del encanto de salir una noche era la lejana o cercana posibilidad de encontrar  su media naranja. Chicos y chicas se ponían sus mejores galas, acudían a bares y discotecas para ver, dejarse ver y flirtear un poco. Todos de una u otra forma sabíamos hasta el cansancio las mil y una estrategia para ligar y cómo iniciar maniobra de acercamiento con excusas tan ridículas como pedir la hora -con un reloj gigantesco en la pared- o decir un piropo chapucero -me encantan rellenitas como tú.  En ese entonces uno sudaba, se quebraba la cabeza pensando en qué decir pero disfrutaba del panorama, del intercambio de miradas y sonrisas. Entonces la noche era un campo de juego lleno de mil promesas pero llegaron las apps y acabaron de sopetón con todo ese mundo de seducción. Flirtear pasó de moda. Nadie mira a nadie tan solo a su smartphone de ultimísima generación, se pasan las horas m

Lenguas muertas

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El otro día me comentaba una amiga,  divorciada hace unos meses, que lo que más echaba de menos de su tiempo de casada eran los gestos y las palabras de un lenguaje "secreto" fruto de años de convivencia y que probablemente nunca se volverán a usar. Ponía como ejemplo los motes -o apodos- cariñosos con los que solían llamarse y que como todo en el mundo de parejas, tenía una historia oculta que irradiaba ternura y complicidad. Confesaba que tenía más que superado el final de la historia, la ausencia del ex  y la soledad inicial pero lo que le costaba trabajo no pensar con nostalgia en las palabras "raras" que usaban para denominar comidas, sitios, personas y estados de ánimo, "he intentado usarlas con otra gente pero me siento ridícula". Decía ella que era como cuando una civilización entera colapsaba y no quedaba nadie en la tierra que recordara que hubo un tiempo no muy lejano en el que las personas soñaron y amaron en un idioma inédito y del que hoy n

"Rebeldes" sin causa

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La verdad que como un cuasi abuelete últimamente ando un poco desilusionado de los jóvenes, de los rebeldes sin causa de hoy en día.  En mis tiempos, es decir los del siglo pasado, hacíamos lo imposible por llevar una vida lo más alejada de la mirada escrutadora de nuestros padres. No es que hiciéramos grandes locuras pero nos horrorizaba que los adultos se enteraran del mote que teníamos, o de la broma que le habíamos hecho a un colega de la clase. Desde nuestra perspectiva eran dos mundos absolutamente distintos y dábamos por sentado que unos vejetes -en aquel entonces de treinta años,- serían incapaces de comprender porqué nos escapábamos de Química o por qué nos gustaba estar las horas muertas tumbados en la hierba adivinando las formas de las nubes. Ahora todo aquel anonimato y delicioso secretismo se fue al garete. ¿Qué hace es lo primero que hace hoy en día un adolescente cuando abre su Facebook? Agregar a Papá, a Mamá y a ser posible a todo el familión y hasta a los amigos de

Hippies

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De pequeño era lo más normal del mundo ir a cualquier playa de mi pueblo y encontrarse un grupo de "melenudos" - o mechudos como decía mi padre- tocando guitarra y entonando canciones pacifistas al lado de una camioneta Volkswagen, casi siempre cochambrosa y atestada de cosas. Tu los veías con el rabillo de tus ojos de niño y pese a que te advertían que eran una especie de "anti sociales" -porque aparte de no ducharse diariamente, fumaban hierba- era imposible no sentir simpatía por esos chicos, por la felicidad que transpiraban y no querer sentarse con ellos alrededor de una fogata y cantar "Give peace a chance". Hace unos meses en New Orleans hablaba del tema con una tía mientras visitábamos una tienda retro dedicada al merchandising del años 60 - ironías de la vida, los objetos antisistema convertidos una mercancía de colección- y a la que los jóvenes de entonces, hoy venerables abuelos acuden como quien visita un museo. Mi tía con una lagrimilla en