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Mostrando entradas de agosto, 2019

La foto

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Como siempre he bizqueado un poco con el ojo derecho quedar bien en cualquier foto que se me tome de frente es toda una odisea porque tiene que ser desde un ángulo exacto lo cual implica tomar decenas de fotos para terminar escogiendo la menos peor. Eso lo tengo claro desde mi tierna infancia y lo tuve muy presente el día en que el mejor y más célebre fotógrafo de Costa Rica nos tomó la foto de fin de curso de la primaria, pasamos toda la mañana posando una y otra vez, flanqueados por el director y una maestra a la que tenía atravesada porque me pasaba regañando el día entero. No sé cuantas veces el fotógrafo habrá pedido que "el de las gafas" mantuviera la compostura, que no hiciera muecas, que simplemente mirara fijamente la cámara pero me parece que fue inútil porque al final en la fotografía seleccionada salgo con la cabeza agachada, mirando al suelo. El enfado fue mayúsculo entre mis compañeros sobre todo entre los alumnos "alfa", los consentidos de la maestr

Como en las telenovelas

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Hace unos meses un amigo me contaba que siempre se había reído de las telenovelas, que le parecía una exageración todo lo que le pasaba a los protagonistas, que era absolutamente imposible que en la vida real la vida de la gente fuera tan excesivamente complicada. A él, químico de profesión, racional, contenido en sus emociones, reservado en su vida privada y la persona más discreta del universo le resultaba creer todos esos enredos en los que se metían los personajes: nadie con dos dedos de frente se mete con la mujer de su mejor amigo, ninguna mujer se puede enamorar de un farsante que ama a otra, ninguna joven becaria puede creer que el jefe dejará a su mujer para casarse con ella, nadie puede amar a dos personas a las vez, nadie puede ser pareja de alguien a quien no ama y pretender ser feliz. Mi amigo pensaba y pensaba entre risas que eso en la vida real nunca pasaba hasta que el año pasado su madre le reveló que su padre era otro y que se había casado estando embarazada de él.

El clarinete

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Durante años estuvo guardado como una joya, mi abuela lo tenía en la parte más alta del armario donde solía poner las cosas entrañables de su vida, como fotos, una caja de metal pequeña con recuerdos y papeles importantes. Si le suplicábamos mucho nos lo dejaba ver, era el clarinete de mi abuelo, un músico en sus tiempos libres y que tiró la toalla con el arte cuando se puso de moda el cine sonoro porque llevaba años con sus amigos de la orquesta animando las películas de Buster Keaton, el Gordo y el Flaco, Harold Lloyd y por supuesto, Charlie Chaplin. Se habrá sentido desilusionado y de pronto absolutamente inútil porque él y sus amigos no tenían nada que hacer frente a la espectacular música Made in Hollywood . Cuentan que durante una temporada siguió tocando en las veladas del barrio hasta que un buen día, sin saberlo guardó para siempre el clarinete. Hace mucho que mi abuelo no está y que demolieron el cine en el que actuaba pero yo sigo sintiendo una rara nostalgia familiar cuan