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El abuelo

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Total que mi abuelo Mario se murió sin decirme nada trascendente, una frase de “esas” con las que uno encabezaría su autobiografía, en caso de ser famoso, Se fue a como pasó toda su vida: bromeando. Daba igual que estuviera en una cena formal, en un funeral o en un hospital recién operado, siempre se las ingeniaba para soltar algún chiste políticamente incorrecto que nos hiciera reventar de risa. Mi abuela tenía toda la esperanza de que en sus últimos días se formalizara y se comportara “de una vez por todas” como un venerable anciano, pero ni caso. El seguía con sus bromas de siempre, como si el final no se estuviera acercando y como si la vida no hubiera que tomársela en serio. Cuando estaba agonizando, a menudo me decía con solemnidad, “Hijito mío tengo algo muy importante que decirte” y yo, con un nudo en la garganta acercaba el oído para poder escuchar su voz casi inaudible y me decía: “resulta que había una señora con una dentadura postiza…”, el chiste me lo sabía de memoria porq

Muertitos

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La primera semana de noviembre la publicación más esperada en mi pueblo no eran los diarios, ni las revistas del corazón, ni los cómics, ni siquiera los semanarios deportivos sino el especial de los muertos, un suplemento que editaba un periódico cada dos de noviembre y que no era otra cosa que una sucesión de esquelas y obituarios de todos los muertos del año o que estuvieran celebrando sus las bodas de plata o de oro en el más allá. Era el acontecimiento del mes, las ediciones se agotaban, las vecinas se lo iban pasando de en mano en mano y sustituía el Hola en consultorios y peluquerías. Si usted quería saber quien y cómo había muerto ese año, tenía que leerlo. Había muertos de todas las clases y para todos los gustos, desde el pobre al que solo le sacaban un octavo de página con su nombre y fecha de fallecimiento hasta el rico, al que le dedican página completa, foto enorme y un poema casi siempre cursi en el que la familia mostraba su dolor por pérdida tan lamentable. “Abnegado, f