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Mostrando entradas de 2013

Comida Casera

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Es una batalla perdida. No hay forma de llevar a mi madre a un restaurante a comer comida casera. Da igual que se le diga que es un lugar bonito, que está decorado como las casas antiguas, que es la última moda del jet set de mi pueblo -que también lo tenemos- que es sana y barata. No y no. Para ella la comida casera es invento de marketing, de gente desesperada que no haya qué inventar y que para comer "comida casera" ella se prepara un buen plato de frijoles o una sopa de pollo por mucho menos dinero y con ingredientes de mejor calidad y santas pascuas. "Si me sacan de casa es para probar algo que no como todos los días", así de contundente es mi vieja que, moderna como la que más, no termina de entender cómo de la noche a la mañana la gente ha "descubierto" que comer como antaño es lo mejor que hay, se ha vuelto nostálgica y quiere ir a restaurantes horriblemente decorados como las casas de los abuelos -había que ver el mal gusto que se tenía enton

El amor en tiempos de las Apps

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Si para algo han servido tantas "apps" para ligar es para poner fin al viejo arte del flirteo. Antaño parte del encanto de salir de copas era la posibilidad de ligar. Se salía a divertirse, a tomar una copa con los amigos, a pasarla bien pero en el fondo siempre existía la lejanísima esperanza de triunfar y de encontrar la "media naranja" al menos de esa noche. Chicos y chicas salíamos y entre cerveza y cotilleos oteábamos el horizonte para ver si había algo interesante en el panorama y diseñar en plan urgente un plan de ataque y seducción, la mayoría de las veces con nefastos resultados pero había que intentarlo. Ahora el panorama ha cambiado bruscamente, ya nadie vigila la puerta de entrada ni las mesas de al lado sino su teléfono móvil para chatear, coquetear e intercambiar fotos con gente que está a 400 kilómetros de distancia y cuyas probabilidades de conocerse son nulas. Se acabaron las miradas cómplices, los gestos de seducción y el nerviosismo de entabla

Vocación de villano

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Como soy un sinvergüenza no me da pena admitir que no recuerdo cuándo fue la última vez que hice algo bueno.En realidad es que soy malo malísimo y tengo vocación de villano. Es decir, que hacer el bien se me da fatal, pero la culpa no es mía, sino de la creencia popular de mi pueblo de que la gente buena vive poco, porque el Creador los llama pronto a su lado, y sólo vienen a este «valle de lágrimas» a sufrir y a ganarse el cielo a base de penalidades. Yo, como un día decidí que quiero vivir hasta los 150 años, pasármelo pipa en el más acá y no en el más allá, me tengo terminantemente prohibido hacer cualquier obra de caridad, no vaya a ser que me muera de puritica bondad, me hagan santo súbito, la gente se dispute mis huesos y me hagan estatuas en las que quedaría fatal, porque nunca he sido fotogénico, y menos escultórico, y posiblemente frente a mi imagen el mundo entero no sabría si rezar o descojonarse de risa. Y como antes muerto que sencillo, me la paso sembrando el mal, haci

Tangos y rancheras

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Como está visto que las penas saben nadar, al menos las mías que son campeonas olímpicas, más que ahogarlas las entretengo para que no den mucho la tabarra y permanezcan quietas en un rincón del alma. Para ello más que al alcohol que siempre resulta más costoso recurro a la música. Si lo que quiero es que mis penas se regodeen y se sientan destrozadas por un cruel destino les pongo un buen tango como el que comienza con “Silencio en la noche…” y que cuenta la historia de una viuda que pierde a sus cinco hijos en una guerra y a cambio le dan cinco medallas. A menos que fuera mi abuela, que fijo las habría empeñado para comprar lotería, uno queda hecho polvo pensando en lo que hará esa pobre mujer con tantas medallas. Si lo que quiero es que mis penas se dejen de pendejadas les pongo rancheras que tienen la extraña virtud de hacerme sentir ganas de torear desamores, fracasos y nostalgias. Aunque la que más me gusta es “El rey”, no tiene trono ni reina pero sigue tan campante, las de P

Hiperconectados

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Tanta hiperconectividad va a acabar por desconectarnos. Pasamos todo el santo día pegados al ordenador y a cuanto artilugio inventan, chateando, actualizando nuestro estatus en las redes sociales, compartiendo en vivo y en directo el más mínimo detalle de nuestra vida. Queríamos nuestros cinco minutos de fama pero se nos está yendo de las manos. Hay quien ha perdido su empleo por haber publicado una foto inapropiada, a su esposa por haber sido etiquetado en un bar cuando debería estar en casa y cada vez son más frecuentes los malentendidos por Whatsapp o Skype, "¿Por qué tardaste tanto en responderme si aparecías conectado a esa hora? ".  Hay amigos que me han reclamado no haber subido fotos de una cena en su casa -"Se ve a la legua que no lo pasaste bien"  y otros por todo lo contrario, por haber publicado imágenes de una fiesta a la que no todos estaban invitados. Al final uno, como los famosos de toda la vida, empieza a suspirar por los viejos tiempos en los qu

¡ Que viene la Reina !

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La verdad que nunca entendí por qué cada vez que venía alguna figura importante a mi país yo -y todos los alumnos de las Escuelas del centro de la ciudad- teníamos que apostarnos en las calles, esperar durante horas y por fin agitar banderitas al paso de la comitiva de visitantes. Los preparativos comenzaban meses antes, tras el anuncio oficial de la llegada de un ilustre personaje. En los días posteriores la rutina escolar se alteraba por completo: las maestras se pasaban el día aleccionándonos sobre país del visitante, aprendíamos canciones regionales por si el famoso de turno se bajaba del coche sorpresivamente para saludarnos -"Nunca se sabe, que esa gente es muy caprichosa", solía decir con desdén mi maestra- y todos los días tocaba simulacro: durante horas, y bajo un sol de justicia, ensayábamos en la calle para aprender a ondear rítmicamente las banderitas. Por fin llegaba el día esperado -casi siempre festivo, cómo se nota que en aquella época todos los mandatarios

Panegírico

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Yo lo tengo claro. Cuando muera no quiero flores en mi tumba, ni largos discursos intentando ensalzar lo que se pueda y quede de mi figura. Tampoco quiero que besen mi cadáver ni siquiera que lo lloren. No es que me vaya a poner exigente con este mundo justo cuando lo dejo pero la verdad es que preferiría que todos los piropos, flores, besos y abrazos me los dieran en esta vida, cuando los puedo sentir, disfrutar y agradecer, no en el ignoto más allá. Conforme se acumulan calendarios en el alma uno va teniendo la sensación que en este mundo las cosas importantes casi nunca se dicen. Los amigos vienen y van, los amores aparecen y desaparecen cuando menos te lo esperas, los que amas dejan esta vida y seguimos guardándonos las palabras, esperando el momento propicio para soltar un "te amo", "un perdóname " o para hacer ese gesto definitivo de agradecimiento y al final lo de siempre, ese instante no llega y nuestros muertos, y nosotros mismos, dejamos tristes esta vida

Políticos en las redes sociales

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Si usted se dedica o piensa dedicarse a la política y no está ninguna red social es mejor que vaya pensando en retirarse porque todo, o casi todo, está pasando en esas plataformas que se han convertido en el eje de la vida cotidiana de su público meta, sus electores, y como en política siempre hay que estar donde está la gente, no hay excusa que valga: las redes sociales lo están esperando. Son innumerables los beneficios que puede traer una mayor presencia en las redes sociales, desde una mayor visibilidad hasta el privilegio de poder "oír" de primera mano que realmente preocupa al elector y qué piensa de usted y todo gratuitamente, sin tener que hacer onerosas encuestas o grandes inversiones en publicidad. He aquí algunos consejos prácticos, tomados de aquí y de allá, para todos los políticos - o aspirantes a- interesados en incursionar en el mundo de las redes sociales.   • Piénselo bien. Hay que estar en las redes sociales pero no de cualquier manera, como en tod

Me contó un pajarito

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Lo confieso. De niño llegué a tenerle verdadera manía a los pajaritos. Lo sé todo el mundo debe amar a las aves "que con sus nobles trinos alegran nuestro vivir" - como rezaba un poema que nos obligaban a repetir una y otra vez en la Escuela - pero a mi esos angelicales bichos no me inspiraban las más mínima confianza porque cada vez que hacía alguna fechoría como tirar piedras al vecino que me caía mal o esconderle las cosas a mis hermanas, siempre había algún "pajarito" que se lo contaba a mis padres, a la maestra o alguna amiga de mi madre. Así que el prólogo de todos mis castigos se iniciaban con "Me contó un pajarito que no paras de hablar en clase", "Me contó un pajarito que hiciste un berrinche en casa de la abuela", "Me contó un pajarito que no compartes la merienda con tus compañeritos". Pasé toda mi infancia tratando de averiguar como se las arreglaba ese "dichoso" pajarraco para ser tan inoportuno y estar ahí justo

Cómo ser padre en un mundo virtual (y sobrevivir)

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Ser padre nunca fue fácil y menos en el mundo virtual Si ya es complicado tener un hijo adolescente mucho más lo es en tiempos de las redes sociales, ese mundo virtual en el que nuestros chicos y nosotros mismos estamos viviendo la mayor parte del tiempo sin saber muy bien las implicaciones que está teniendo en nuestra de relacionarnos. Llevar una vida pública tiene sus efectos colaterales y es bueno que los jóvenes sean plenamente conscientes de ello y nunca está de más recordarles algunos puntos clave vinculados a la privacidad y seguridad, al comportamiento responsable online y las repercusiones para su futuro. • Las apariencias engañan y más en las redes sociales. Cada vez son más los perfiles falsos utilizados con otros propósitos como el Grooming (acoso sexual en las redes) y el ciberbullyng (acoso de el tradicional acoso entre los mismos compañeros de Escuela). Alértelo sobre su existencia, de cómo actuar en caso de recibir una amenaza y sobre la necesidad de incluir