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Retiro Espiritual

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La suerte quiso que en ese retiro espiritual al que asistíamos un variopinto grupo de personas, la risueña novicia se sentara frente a mi a la hora de almozar. Minutos antes los organizadores nos habían pedido que hiciéramos "ayuno de palabras" para que pudiéramos sentir el influjo divino en la paz y quietud del silencio, reconectarnos con las fuerzas del universo en todo momento.   La suerte quiso que me sentara precisamente en la silla que tenía las patas flojas, algo de lo que me percaté a los cinco minutos pero por no romper la magia del momento, esa atmósfera de reflexión que se había creado en ese salón en el que estábamos treinta almas, decidí no pararme y salir a buscar otra. Con un poco de suerte si me quedaba quieto, haciendo movimientos mínimos, nada pasaría pero mis cálculos erraron porque conforme pasaba el tiempo las patas comenzaban a ceder y a ceder hasta hacer crack y terminar yo en el suelo, rodeado de las carcajadas de la futura monja y de todos los comen

Felicidad a plazos

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  Desde el Lunes, Doña Haydeé, es decir mi madre, anunció a bombo y platillo que ya era hora de estrenar juego de comedor, que estaba cansada de ver el mismo casi desde el día de su boda y que le habían recomendado una tienda que tenía muebles preciosos y lo mejor de todo, los vendían a plazos, a paguitos como se dice en mi pueblo y que en ese entonces era un sistema "mágico" que al menos en casa nos permitía llevar una vida más que digna: ropa, electrodomésticos, bicicletas, cosméticos hasta el pan de desayuno...a decir verdad en nuestro hogar no había nada que se hubiese comprado al contado. Así que el sábado me tocó a acompañar a mi vieja a la mueblería. Fuimos en bus, que ni para taxi alcanzaba, y desde que entró se fijó en un juego de comedor enorme, de madera fina y sillas tapizadas verde musgo que le pareció el colmo de la elegancia. ¡Qué diseño de mesa! ¡Qué comodidad de sillas! -decía mientras se sentaba una y otra vez-¡Qué trinchante, finísimo! Se salía un poco de p

Pic-Nic

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Aquel día de verano yo estaba disgustado. Había planeado llevar a mi padre a Cercedilla, para que viera el paisaje de la Sierra madrileña pero tras bajarnos en el destino final no hubo forma de encontrar la ruta adecuada así que acabamos perdidos en una urbanización y sin más remedio que sentarnos en el primer descampado que encontramos a comernos un bocata de queso y brindar con una lata de cerveza que habíamos comprado en un chino porque por más que buscamos en nuestros bolsillos no nos alcanzaba para entrar en un restaurante y probar uno de esos menús que nos habían hecho la boca agua cuando pasamos por el centro del pueblo.   No recuerdo de que hablaríamos esa vez, seguro de lo siempre, de la infancia de mi viejo, de sus primos y amigos y de paso nos contaríamos alguna anécdota divertida de las que tanto nos hacían reír. Desde mi punto de vista el paseo había sido un completo fracaso porque nada había pasado como lo había planeado...desde el punto de vista de él fue un día marav

Pequeñas alegrías

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Tras un año tan turbulento como el 2020, en el que todo mi mundo acabó de cabeza -como para mucha gente-  dejé de pasarme la vida esperando grandes cosas como un trabajo fijo que POR FIN terminara esta inestabilidad laboral eterna, una gran historia de amor que pusiera fin a mi empedernida soledad, un golpe de suerte en la lotería para comprarme la casa de mis sueños. Digamos que ahora vivo -e intento ser feliz- con minúsculas alegrías, que como perlas preciosas atesoro para contarlas a la hora de dormir para sentirme un hombre afortunado: un meme que me hizo reír mucho, la copa de vino que me tomé y me supo a gloria, ese árbol floreciendo que ví de camino a casa y que me hizo recordar que la primavera sabe que siempre la espero en Madrid, esa canción que me puso la piel de gallina, las llamadas de mis hermanas para saber cómo me va la vida, el verme en el espejo y saber que a pesar de todo sigo aquí. En fin, que como mendigo de la vida, ahora vivo de modestas (minúsculas) alegrías.

Marzo de 1981

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  Mi vida cambió abruptamente aquel marzo de 1981. Tras dos años de estar en un colegio donde no te escupían por ahorrar saliva pero te hacían la vida imposible por no ser lo suficientemente rudo, por fin mis padres escucharon mis súplicas y amenazas y decidieron cambiarme de instituto y con ello transformar por completo el mundo que había conocido hasta entonces.  Era como un sueño estar en un lugar donde nadie se pasaba el día discutiendo quien era el alfa macho quinceañero de cuarta, donde los profesores llegaban en vaqueros y te trataban de tú a tú y un lugar donde uno gustaba, especialmente a las compañeras sobre todo Zeanne, que con su larga melena castaña y su cuerpo curvilíneo era oficialmente el sex symbol del Cole. Nadie podía entender que tuviera su cuaderno con corazones llenos de ZyG, y mucho menos que rechazara a todos los galanes que a menudo le declaraban su amor por estar detrás de un firuliche miope y torpe como yo. Fue con ella la primera vez en mi vida que fui a un

Tristeza nacional

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En octubre del 2017 el Gobierno de Costa Rica decretó tres días de Duelo Nacional por las ocho víctimas que dejó la tormenta Nate en el país. Al 3 de marzoo del 2021 llevábamos 2820 muertos por COVID-19 y la Administración Alvarado sigue sin querer decretarlo, como hemos venido pidiendo un grupo de familiares de víctimas de la pandemia a través de la plataforma  Change.org  desde noviembre del año pasado.   Al parecer Casa Presidencial está a la espera de hacerlo cuando se dé por terminada y controlada la pandemia dentro de muchos, muchos meses. Es decir, nuestros muertos pueden esperar, lo que no ha pasado en otros países como España, en donde en mayo del 2020 se declararon dos semanas de Luto Nacional por las Muertes del COVID 19 al final de la primera ola. En Costa Rica preferimos esperarnos, dejar que todo pase.  Una triste noticia para quienes desde hace meses venimos insistiendo en la necesidad que pronto se declare al menos un día en el que los que perdimos a un ser querido por

Amar la vida

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  Durante los últimos días de vida de mi padre, que también fueron los de mi madre lo más hermoso del mundo era verlos a ellos al momento de dormir. Me asomaba por una esquina de la puerta de la habitación, intentando no molestar y siempre me encontraba la misma escena, mi vieja acomodándole las mantas a mi padre y diciéndole, "mi amor, mañana será otro día, te voy cocinar algo rico y todo va a estar bien. Duérmete tranquilo que estamos juntitos". Mi madre sabía mejor que nadie que la paz en el dormitorio poco duraría, que mi padre otra noche más pasaría despierto, haciendo ruido, yendo y viniendo por la casa...pero ella seguía creyendo que vendrían tiempos mejores, que todo iba a cambiar. A menudo he pensado que esa fe en el futuro, esa esperanza contra viento y marea, es condición de cualquier gran historia de amor entre seres humanos pero también frente a nuestra existencia, amar la vida precisamente es eso, creer que todo va a ir bien, que la suerte algún día nos va a son