Felicidad a plazos

 

Desde el Lunes, Doña Haydeé, es decir mi madre, anunció a bombo y platillo que ya era hora de estrenar juego de comedor, que estaba cansada de ver el mismo casi desde el día de su boda y que le habían recomendado una tienda que tenía muebles preciosos y lo mejor de todo, los vendían a plazos, a paguitos como se dice en mi pueblo y que en ese entonces era un sistema "mágico" que al menos en casa nos permitía llevar una vida más que digna: ropa, electrodomésticos, bicicletas, cosméticos hasta el pan de desayuno...a decir verdad en nuestro hogar no había nada que se hubiese comprado al contado.

Así que el sábado me tocó a acompañar a mi vieja a la mueblería. Fuimos en bus, que ni para taxi alcanzaba, y desde que entró se fijó en un juego de comedor enorme, de madera fina y sillas tapizadas verde musgo que le pareció el colmo de la elegancia. ¡Qué diseño de mesa! ¡Qué comodidad de sillas! -decía mientras se sentaba una y otra vez-¡Qué trinchante, finísimo! Se salía un poco de presupuesto pero valía la pena...en dos años se pagaba la deuda y listo, "total que mientras haya trabajo, la plata no es problema".

La llegada de los muebles fue todo un acontecimiento, durante una semana tuvimos un desfile de familiares y amigos que venían a admirar el buen gusto de mi madre. Para ser honesto el juego de comedor era bastante grande y poco lucía en nuestra casa pero mi vieja estaba encantada tanto que fue la peluquería, se puso su vestido de fiesta y le pidió a mi padre que la fotografiara triunfal con los muebles nuevos. 

Para ella esos muebles eran una especie de trofeo, tras un período de crisis económica y familiar, de líos judiciales eternos y de inestabilidad laboral por fin podía darse ese pequeño lujo, como señal que -y así fue- comenzaban tiempos mejores, un premio a su resilencia y a sus ganas de echar siempre adelante pasara lo que la pasara.  Por fin a mi vieja la vida, a plazos, le sonreía. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Manos entrelazadas

Desganada

Los Munster