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Coartada perfecta

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  Mi fama de chico bueno durante mi juventud me convirtió en la coartada perfecta cuando mis amigos querían portarse mal porque parecía que padres, novios y novias respiraban tranquilos si él o la susodicha salían conmigo porque un muchacho "tan serio y formal" era imposible que hiciera algo malo. Aunque casi siempre mis amigos me instruían con claridad - "acuérdese que estuvimos en un cumpleaños,que bebimos solo Coca Cola y que usted me vino a dejar en taxi a la una de la mañana"- a falta de claridad en las instrucciones muchas veces tuve que a aprender a improvisar cuando algún padre o novio me preguntaban lo que habiamos hecho el día anterior: "¿Pero entonces fueron al cine? ¿Qué película vieron?" Yo sudaba a mares y deseaba que la tierra me tragara pero casi siempre respondía a la perfección y, de momento, salía triunfal del entuerto. Lo malo era cuando descubrían el engaño porque de ser el angelito, me convertía en el demonio, en una mala influencia q...

La última aventura de Ruth y Arik

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Arik, el padre de Ruth Pérez, una chica con parálisis cerebral y distrofia muscular, decidió darle una sorpresa y llevarla al Festival Nova en pleno desierto de Israel. Ruti, desde temprana edad amaba la música trans y junto con su padre había asistido a muchos festivales en Israel y en otras partes del mundo. Su viejo era sencillamente feliz viendo a su niña disfrutar, tener alas por un instante y olvidarse de su silla de ruedas, no le importaba cargarla a sus espaldas ni cualquier otra incomodidad porque gracias a la música su hija podía volar. La mañana de 7 de octubre del 2023, durante la celebración de ese Festival, ella, su padre y otros 362 asistentes al Festival  fueron masacradas por terroristas de Hamas con una crueldad inmiginable. Los cuerpos de Arik y Rut fueron encontrados días después separados por algunos metros y lejos de su silla de ruedas. No es dificil imaginarse a Arik con Ruth a sus espaldas huyendo desesperado de una pesadilla que acabó por devorarlos.  ...

Los otros son los raros

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Ayer me contaba Silvia que la vida no le ha sido fácil, me lo decía sin la mínima muestra de autocompasión o de rencor, ella es una de mis alumnas de unas tutorías que estoy dando sobre Competencias Digitales para personas con discapacidad intelectual. Me decía que desde niña sabía que tenía inteligencia “límite” -es decir que hay cosas que puede hacer muy bien y otras se le complican. Lo sabe desde siempre y por eso pone tanto empeño en aprender, en estudiar e intentar mejorar al punto que cuando tiene que hacer una cálculo primero lo hace a mano, luego en calculadora y finalmente en una hoja Excel, “así me esfuerzo más”.  Me contaba que durante la primaria y segundaria siempre le hicieron la vida imposible, en cuanto ella, que es muy sociable y dicharachera, se acercaba a hablar a un grupo le hacían el vacío, en el mejor de los casos, o el grupo se dispersaba como si hubiesen lanzado una pedrada, en el peor de los casos, porque decían que era rara, “yo lo que hacía era reírme por...

Secretaria personal

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Hay gente que comparte con nosotros poco tiempo pero en ese lapso nos hace sentir muy queridos. El otro día estaba recordando a Elena, lo más cercano a una secretaria personal que he tenido. Por esa fecha ella andaría cerca de los cincuenta y yo de los treinta pero hicimos “click” desde el primer momento.  Aunque su trabajo era apoyarme a mí “únicamente y exclusivamente en situaciones muy concretas”, como me dijeron en la Dirección Ejecutiva,  ella misma se autoproclamó mi secretaria personal: no había forma de hablar directamente conmigo, todas las llamadas las atendía ella y siempre a primera hora se plantaba en mi cubículo para revisar la agenda del día y de paso ofrecerme un cafecito. Si esa semana tocaba organizar conferencia de prensa se ponía super feliz enviando las convocatorias, planeando el catering y feliz que yo siempre le diera el visto bueno sin hacerle preguntas, “da gusto trabajar con gente como usted”.  Como le gustaba organizar cosas cuando le conté que...

Propuesta laboral

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  La oferta de trabajo más surrealista de la vida la tuve viviendo en Tel Aviv. Me había amigado con el jefe de un supermercado, una “amistad” que nació desde el día en que llegué al super a última hora justo cuando el chico iba a salir a fumar su último cigarro. Cuando llegué a la caja con cigarro en la mano me puso cara de asco y me dijo “¿En serio?” y me pidió que esperara para cobrarme, que salía a fumar. Salió y yo esperé en la caja con toda la paciencia sin decir nada. Desde ese día comenzó a atenderme como cliente VIP o más bien como de la familia pero muy de la familia, como si fuera el hermano “tonto”. Si pasaba por caja con una lechuga un poco pasada, me echaba la bronca y me mandaba a cambiarla diciéndome que tenía que ser más cuidadoso con la compra, si cogía una botella de vino que estaba en oferta de 2x1 cuando llegaba a la casa me ordenaba –no pedía- que fuera a por la otra YA, así que cada vez que iba de compra salía regañado. Pero me tenía cariño y lo supe cuando m...

Malacrianza

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Aquello de “una limosnita por el amor del Señor” dicho con humildad  no iba para nada con Malacrianza, más que pedir él llegaba a casa de mis padres a cobrar. Le abrías la puerta, te miraba de arriba abajo y altanero levantaba la cabeza hacia arriba en plan “¿Bueno me van a atender sí o no?” Yo, dependiendo del humor con que anduviera,  me quedaba esperando en silencio hasta que hablara y preguntara por mi viejo, que era su contacto y con el que tenía una pésima relación que a él siempre le convenía. Los  días que pasaba por la casa, es decir 365 al año, mi padre le echaba el mismo discurso: “¿Diay? Sigue pidiendo, no sea vago, trabaje, que usted es un hombre joven…vaya a las construcciones, haga jardines, lo que sea pero deje de pedir…¿No le da vergüenza?”.A final mi padre suspiraba resignado, sacaba la billetera y le daba dinero. ¡Más de veinte años con el mismo sainete! Si quería molestarlo un poco no lo atendía y me mandaba a mí a la puerta con unas cuantas monedas. Y...

El bus de la U

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Por aquellos días, coger el bus de la Universidad era una de las alegrías del día sobre todo cuando uno pillaba el último.  Aparte de que Gerardo, el chofer, desde el primer día te trataba como si te conociera de toda la vida y a la segunda vez que te veía te pedía que le hicieras el favorcito de sentarte un ratico al volante y cobrar mientras él iba a tomarse un cafecito. Como generalmente conocía a la mayoría de pasajeros la sensación era que te ibas de paseo  con tus amigos de toda la vida; en esa época había decido seguir al pie de la letra el consejo de un libro de psicología práctica que más o menos decía que cuando uno se encontraba casualmente con alguien había que dedicarle al menos cinco minutos así que como si fuese un azafato iba pasando de asiento en asiento, hablando un ratico con la gente.  La verdad que no daba abasto porque como estaba en grupos comunales, religiosos, artísticos y políticos del pueblo –era un bombeta en todo el sentido de la palabra (era ...