Secretaria personal


Hay gente que comparte con nosotros poco tiempo pero en ese lapso nos hace sentir muy queridos. El otro día estaba recordando a Elena, lo más cercano a una secretaria personal que he tenido. Por esa fecha ella andaría cerca de los cincuenta y yo de los treinta pero hicimos “click” desde el primer momento. 

Aunque su trabajo era apoyarme a mí “únicamente y exclusivamente en situaciones muy concretas”, como me dijeron en la Dirección Ejecutiva,  ella misma se autoproclamó mi secretaria personal: no había forma de hablar directamente conmigo, todas las llamadas las atendía ella y siempre a primera hora se plantaba en mi cubículo para revisar la agenda del día y de paso ofrecerme un cafecito. Si esa semana tocaba organizar conferencia de prensa se ponía super feliz enviando las convocatorias, planeando el catering y feliz que yo siempre le diera el visto bueno sin hacerle preguntas, “da gusto trabajar con gente como usted”. 

Como le gustaba organizar cosas cuando le conté que me habían endilgado la Fiesta de Navidad –la de los empleados y la de los niños- sin preguntar lo asumió como trabajo de equipo  y en seguida se puso manos a la obra pidiendo presupuestos, hablando con orquestas y preocupada de que todo saliera a la perfección como efectivamente sucedió. El día de la fiesta Elena, en lugar de sentarse a disfrutar con los colegas y dejarme hacer el trabajo, no se separó de mi lado ayudándome en todo y no se sentó a cenar hasta que yo no llegué a la mesa: “Guillermo aquí le guardé el platito con su comida y un traguito, no sé que tomará usted pero se lo serví, me debe un baile”.

Esa fue la última vez que trabajamos juntos  porque a principios del año nuevo yo comenzaba en otra institución.  Fuimos compañeros solo tres meses pero me sigue maravillando como en ese breve espacio se las ingenió para darme cariño a raudales y hacerme sentir importante.

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