El bus de la U
La verdad que no daba abasto porque como estaba en grupos comunales, religiosos, artísticos y políticos del pueblo –era un bombeta en todo el sentido de la palabra (era la época en la que mis padres pusieron de moda la frase “esto es una casa, no un hotel”)- los veinte minutos de trayecto no me rendían para cumplir mi cometido y siempre me quedaban saludos pendientes. Mi amiga Silvia -que hace unos años perdió la lucha contra el cáncer –solía sentarse al final y entre risas siempre me reclamaba por haberla dejado hasta lo último “Jue….Guillermo, Tica Linda es poco, la próxima vez mejor se monta en la trompa y va saludando”.
Tengo que reconocer que cuando terminé la Universidad sufrí una de las cosas que más echaba de menos era ese bendito bus, la vida de pronto se volvió seria y nunca fueron tan divertidos los regresos a casa.
Comentarios