Ximena

La primera vez que la vi estaba atareada en el escenario de una Escuela en la que nuestro grupo de teatro iba a hacer una presentación. Le pregunté a una amiga quien era esa señora de pelo largo y me resumió en cuatro palabras: “La mamá de las chilenas”. Así fue conocí a Ximena, yendo y viendo en cada obra. Siempre dispuesta a echar una mano en lo que hiciera falta: si había que ponerse a repasar el texto con uno de los actores lo hacía, si tenía que ponerse a remendar algún traje lo hacía, si tenía que pintar un cartel lo hacía.

Poco a poco doña Ximena fue convirtiéndose en pieza fundamental del grupo y en amiga personal de cada uno, estaba claro que ella no quería ser conocida tan solo como la madre de alguien, además con su estilo cercano era fácil que te arrancara alguna confesión o que ella te contara algún detalle de su vida porque necesitaba desahogarse y aunque tuvieras veinte años de diferencia de edad,  ella te consideraba tu amigo y la persona más sensata del mundo a la que pedir consejo y todo lo demás sobraba.

Y si se trataba de ayudar, no pedía permiso. Una vez que coincidimos durante una visita a Costa Rica me miró de arriba abajo con picardía: “Oiga usted, tan buen mozo y amoroso que es, ¿Cómo no tiene pareja?” más que una pregunta aquello era una declaración de intenciones porque ella ya sabía muy bien a quien me iba a presentar. Cinco minutos después via Facebook me estaba poniendo en contacto con el “gran amor” de mi vida -"hacen muy buena pareja"- y aunque la cita fue todo un fracaso desde el punto de vista romántico, ella quedó más que satisfecha porque "por lo menos" me invitaron a un vino y se lo anotó como todo éxito y "amenazó" con seguir presentándome gente.

Hace un tiempo que Ximena se fue, pero se las ingenió para  entrar ese club VIP de gente que ya no está en este mundo pero que cuando piensas en ellas te alegras, sientes un subidón de energía y ganas de comerte el mundo porque te sientes agradecido y bendecido por haber compartido parte del viaje de esta vida con ellos, y sueltas un de verdad de verdad, qué afortunado he sido.

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