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Decía mi madre

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Decía mi madre que no, que cuando uno se siente peor tiene que estar mejor. Que la gente comete siempre el mismo error: se divorcian, se abandonan por completo. Se quedan sin trabajo y se visten con harapos, están tristes y se deprimen aún más haciendo cosas que los depriman. Que no, que no es así como se enfrenta la vida. Cuando uno se siente peor hay que estar mejor y para muestra me re-contaba su historia, el tiempo en que ella lo pasó fatal porque mi padre por una cadena de errores no solo perdió su trabajo en el Banco sino que tuvo que enfrentar un largo un juicio en el que no se sabía si iba a salir bien, todo eso en el marco previo de una crisis matrimonial, "No podía estar en peor situación, quería morirme todos los días pero no".  Decía mi vieja que lo normal, y lo que todo el mundo esperaba, era que estuviera hundida, que anduviera hecha una tristeza suplicando caridad pero que no, que no podía darse el lujo de tirar la toalla porque tenía tres bocas que alimentar,

Sobrevivientes

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  A cualquiera que esté desanimado le recomendaría compartir un rato con cualquiera de mis dos grupos de alumnos que he tenido estos últimos días.  Todos con al menos un 33% de discapacidad orgánica o física, eso significa que son personas que en algún momento de su vida la han pasado -o la están pasando- super mal porque tuvieron un accidente laboral, o les dio alguna enfermedad o  porque simplemente nacieron así y tuvieron que conformarse. Todos a su manera son sobrevivientes de dramas que ponen la piel de punta a cualquiera, han tenido que renunciar a sus planes originales, quizá a un estilo de vida, han tenido que sacrificarse sin saber muy bien los porqués. Sin embargo los he tenido a lo largo de un mes sonrientes, haciendo bromas, aprendiendo un poco cada día más porque NO quieren ser carga para nadie y su gran sueño es conseguir un trabajo que se adapte a sus necesidades y en que se les respete como profesionales. Los más optimistas y más aplicados: dos chicos con parálisis cere

Las caderas de Tom Jones

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Cuando Tom Jones salía por la tele el mundo de mi vieja se detenía. Daba igual que tuviera las patatas al fuego o que estuviera en mitad de una conversación importantísima, si por la pantalla aparecía el Tigre de Gales con su vozarrón, moviendo sus caderas con sensualidad, cualquier cosa podía esperar. "¡Qué hombre! ¡Qué voz! ¡Qué forma de bailar!" mi madre suspiraba y daba pasitos de baile mientras escuchaba canciones como  "It's Not Unusual" "She is a Lady" "Delilah" o se emocionaba profundamente con " My yiddishe mama". Frank Sinatra era muy aburrido, Elvis Prestley demasiado joven, Demis Roussos cantaba bien pero no se meneaba como su ídolo que en cada presentación cosechaba desmayos, aplausos y los eternos elogios de mi vieja que siempre estaba a punto de declararlo "Patrimonio de la Humanidad" y de hacerlo un monumento. Imposible no pensar en ella cada vez que escucho algunas de sus canciones, imaginármela sonriendo

El empleado del año

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Hace muchos años una empresa de trabajo temporal con la que llevaba años colaborando me escogió como uno de los empleados del año. Éramos un grupo de 30 empleados que habíamos recibido calificaciones muy altas por parte de las empresas clientes. Como de costumbre, cuando recibí la notificación me lo tomé a guasa, siempre me había reído de las fotografías de los "Empleados del Mes" en las Mc Donalds y me parecía surrealismo puro y duro que me rindieran "homenaje" por grabar datos en una constructora, un trabajo y un lugar muy lejos de lo que había aspirado en mi vida. De ninguna forma pensaba asistir a una actividad tan hortera y de mal gusto pero no pude resistir la tentación cuando recibí la invitación y leí en letras mayúsculas: "POSTERIORMENTE A LA CEREMONIA SE SERVIRÁ UN CÓCTEL", un reclamo que a lo largo de mi vida me ha hecho -y me hace- resistir y aguantar estoicamente cualquier discurso o ceremonia, si hay vino y tapas de por medio, soporto lo que

El bolso mágico

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  Tras morir mi madre y abrir su armario lo primero que encontré fue su bolso. Mi primer sentimiento (ilógico) fue de congoja: mi vieja se había olvidado su bolso!!¿Cómo se las iba apañar sin él? No podía imaginarla sin aquel compañero inseparable. Daba igual que fuera a visitar a una vecina del barrio o a una cita médica, nunca estaba completamente lista si no tenía colgado su bolso, ese artilugio mágico del que podía salir cualquier cosa y que durante mi infancia había sido el único sitio seguro en el que podía guardar mis tesoros: desde una fruta a medio a comer, y que quería saborearla más tarde, hasta una postalita de algún álbum que estaba haciendo, si se los daba a mi vieja para guardarlos por que estábamos en la calle podía estar tranquilo, nunca se me perderían y a la hora de dormir me los encontraría sobre mi mesa de noche.  Con el paso del tiempo de ese bolso mágico siguieron saliendo las cosas más variadas desde una pastillita para el dolor de cabeza hasta un caramelo de me

Reina a la fuerza

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Contaba mi madre que a regañadientes y por insistencia de su tío Eladio, que era líder comunitario y dueño de la pulpería más famosa del barrio, aceptó ser candidata al reinado de belleza de su pueblo. No estaba muy contenta que digamos pero la verdad que era muy sencillo: solo tenía que vender boletas de participación entre sus conocidos, ir a un par de actividades protocolarias y asistir gratis al baile inaugural de los Festejos Populares, ni tan mal. Lo que no contaba mi vieja es que entre mi padre y la prole de tíos y primos que tenía iban a vender todas las papeletas en un santiamén y se iba a convertir en Haydée I, flamante Reina de las Fiestas de Zapote, título con el que apareció en toda la publicidad del baile de coronación con "orquesta y cena" que, con foto suya incluida, se empapeló todo el pueblo.  Como toda reina  para su coronación necesitaba un vestido digno, así que a toda prisa la costurera del vecindario le hizo un vaporoso vestido que para sorpresa de todo

Como un bolero

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Mi madre nunca me cantó canciones de cuna. No sé si era porque no le gustaba o no se las sabía pero a cambio, me cantaba boleros. Así que mientras otros niños escuchaban canciones de angelitos, de nubes rosas, pegasos volando en un cielo siempre azul mi madre me cantaba historias de grandes amores, de gente que se quería mucho, que tenían un corazón de melón y que daban besos que sabían a gloria, que tenían un amor puro que había nacido desde lo más profundo del alma, de amores imposibles que ni la misma muerte era capaz de destruir, de enamorados que prometían convertirse en ángeles guardianes de su amada en caso de irse de este mundo. Desconozco si fue una estrategia deliverada de mi vieja para que fuera un poco más despierto y sensibles que otros "guilillas" en temas del amor pero lo que si ha logrado es que ahora que el destino decidió separarnos todos los boleros del mundo me la recuerdan, soy incapaz de escuchar una canción sin evocar su mirada, su risa y la suavidad de