El empleado del año

Hace muchos años una empresa de trabajo temporal con la que llevaba años colaborando me escogió como uno de los empleados del año. Éramos un grupo de 30 empleados que habíamos recibido calificaciones muy altas por parte de las empresas clientes. Como de costumbre, cuando recibí la notificación me lo tomé a guasa, siempre me había reído de las fotografías de los "Empleados del Mes" en las Mc Donalds y me parecía surrealismo puro y duro que me rindieran "homenaje" por grabar datos en una constructora, un trabajo y un lugar muy lejos de lo que había aspirado en mi vida. De ninguna forma pensaba asistir a una actividad tan hortera y de mal gusto pero no pude resistir la tentación cuando recibí la invitación y leí en letras mayúsculas: "POSTERIORMENTE A LA CEREMONIA SE SERVIRÁ UN CÓCTEL", un reclamo que a lo largo de mi vida me ha hecho -y me hace- resistir y aguantar estoicamente cualquier discurso o ceremonia, si hay vino y tapas de por medio, soporto lo que sea. 

Así que por echarme unas risas y en compañía de una amiga, me presenté al acto protocolario que de primer entrada resultó no ser tan chapuza como lo esperaba, se trataba de una entrega de premios en toda regla, en un hotel de cierto nivel de Madrid y bastante bien organizado. Se notaba que la empresa había invertido mucho dinero en organizar una actividad que yo me había tomado por broma. Como si fuera poco salvo yo, la mayoría de asistentes se habían tomado la molestia de ir de traje y corbata, muchas chicas habían pasado por la peluquería y muchos homenajeados habían asistido con sus padres o parejas porque era algo IMPORTANTE, un honor para ellos el haber sido seleccionados y que para mi había sido algo completamente anecdótico.

Recuerdo que terminé ese día con la sensación de haber estado demasiado distraído y no haber vivido más seria y plenamente ese momento en el que debí haberme sentido igual de orgulloso que todos ellos aunque por razones opuestas, se me estaba premiando por hacer bien y con las mejores referencias un trabajo que no me gustaba para nada, lo estaba haciendo a la perfección y con muy buen humor, tanto que me adoraban en la empresa, tenía motivos de sobra para tomarme en serio ese premio sobre todo porque había dado un portazo al niño caprichoso que solo quería trabajar como periodista, tener un trabajo a su "nivel"...contra viento y marea me estaba reinventando, me estaba convirtiendo en un sobreviviente. 



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