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Mejor así, sin miedo

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"Sin miedo, las olas se acarician con el fuego, si alzamos bien las yemas de los dedos   podemos de puntillas tocar el universo." Rosana Cuentan que cuando salí del armario mi viejo, tras el impresión inicial, le dijo a mi madre "qué valiente era su hijo" y siguió como sin nada, pendiente de mis idas y venidas, preocupado de que encontrara un trabajo fijo. Yo no sé si habrá sido un acto de valentía pero lo cierto es que desde entonces mi vida ha dado un cambio radical, soy más feliz,  me divierto más y sobre todo me siento más querido de la cuenta, digamos que al encontrarme a mi he encontrado a los otros. Tengo una familia que más que familia parece un grupo de fans que me apoyan en todo y una madre preguntona e indiscreta que pasa repitiéndome que me busque alguien que sea bueno, que no me quede solo. Vivo sin ocultar quien soy y no quiero a mi alrededor a nadie con el que tenga que fingir o disimular, soy un todo no un pollo frito del que se puede escoger m

El honor fue mío

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Hace unos años tras unos problemas de salud y un largo proceso de rehabilitación cardiaca que obligó a mi viajo a llevarme tres veces por semana a terapia empecé a sentirme una carga familiar, muy preocupado se lo comenté, diciéndole lo incómodo que me hacía sentir todo aquello. Su respuesta, corta y concisa fue: -"No, para mi es todo un honor." Él poco dado la filosofía, reservado por naturaleza, me había dado una respuesta sorprendente, yo esperaba un simple "por que es mi deber" ó "por que sós mi hijo" pero me había dicho unas palabras que resumían no solo su relación conmigo sino con todo su entorno, como desde su perspectiva no había logrado ningún éxito sonoro, ni acumular bienes o ser famoso se sentía el ser humano más normal y pequeño del mundo admiraba a mucha gente, se sentía agradecido por ayudar y se sentía profundamente honrado por tener la familia que tenía y los amigos que había hecho a lo largo de los años y hasta por los de sus hijos

Madre en préstamo

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A los siete años Douglas tenía el corazón partido. Sus padres no solo se habían divorciado sino que además, su madre se había ido a trabajar a Estados Unidos y eso le había dolido muchísimo a mi compañero de primaria, él no decía nada porque "había que ser valiente y aguantar las ganas de llorar como un hombrecito" -como te decía hasta el cansancio medio mundo- pero se le veía tristón, en clase tenía fama de ser un amargado sobre todo cuando se acercaba alguna festividad como el día de la madre y nos ponían a hacer alguna manualidad para regalar. -"Maestra, y si uno no tiene mamá, a quien le damos lo que vamos a hacer ¿a la chancera de la esquina?" La clase entera celebraba entre risas ese comentario dicho en plan de broma pero que ocultaba el drama en el que vivía mi pobre amigo, quien no paraba de decirme que era un "dichosote" porque tenía una madre que no solo era la mejor de la Escuela sino que además de "tan linda parecía una artista de ci

El niño cool

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La persona más cool que he conocido en mi vida era Hernán, mi compañero de primaria. A los 7 años tenía todo el estilo del mundo y todo en él era glamur. Para comenzar no usaba el pelo cortísimo como la mayoría de nosotros sino que media melena, era rubio como los elotes que nos comíamos en la sopa de verduras patrocinada por Alianza para el Progreso que nos daban en el comedor escolar, usaba el mismo uniforme que todos pero de marca internacional y sus zapatillas no eran Bilsa (la marca nacional y oficial de nosotros los pobres) sino Adidas, algo impensable para la mayoría de nosotros. Como si fuera poco usaba un Rolex reluciente que todos admiraban y que a mi me tocaba cuidar en las clases de Educación Física desde la banca en la que los asmáticos nos sentábamos, era uno de los momentos en que mi compañero se lucía como nadie porque era un gran portero y consumado judoka. Para colmo tenía padres igual de cool: ella rubísima con porte de modelo y siempre cargando libros porque e

El primer día

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Cuando tienes 15 años nada hay más importante que el primer día de colegio, sobre todo si estás yendo a uno nuevo. Nada, absolutamente nada, puede quedar al azahar, desde los zapatos que vas a estrenar hasta el peinado que vas a usar, la forma en la que vas a entrar en el edificio, cómo vas a mirar, a quien vas a saludar y quienes se van a acercar a hablar. Un fallo en cualquiera de esas variantes puede ser un error garrafal y ganarte la fama de hortera, raro, nerd y alejarte de cualquier pretensión de ser respetado. Eso bien lo sabía yo, ese día que como venía de un colegio del que había acabado más que harto porque me hacían bulling, estaba decidido a iniciar un nuevo período de mi corta vida.  Llevaba todo de estreno como marcaba la tradición en mi casa, eso sí comprado a cómodos plazos, esta vez en la Cooperativa del Cole en la que nunca nadie compraba nada porque tenía fama de vender cosas de pésima calidad y por la que mi viejo por apuro económico optó. Los primeros quince minu

Brindemos

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Hoy quiero hacer un brindis por los bares. Como siempre he sido más nocturno que diurno y soy de los que ponen mala cara cuando la gente quiere contarte algo serio y te cita en una cafetería -¿En serio? ¿Qué cosas importantes o íntimas se pueden hablar en plena luz del día?- quiero levantar mi copa por esos maravillosos rincones urbanos que resumen lo peor y lo mejor de cada ciudad. Durante décadas los bares han sido el salón de mi casa, el lugar donde recibo amigos, donde me relajo después de un día de trabajo o donde me enjuago las lágrimas después de la derrota. Sentado en una barra me han contando grandes secretos, he hecho confesiones inimaginables, he reído sin parar y llorado horas enteras con historias que entre copa y copa me han contado. Pienso por ejemplo, en esa chica que hace un par de meses me contaba que ese domingo era muy especial porque el jueves anterior el médico le había dado de alta de un cáncer en el pecho y que estaba ahí para celebrar la vida, y que sin co

Promesa cumplida

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Tenía 10 años y estaba furioso. No solo había tenido que renunciar a mi amigos porque nos mudamos de barrio sino que además, como mi padre se había quedado en el paro mi madre había tenido que empezar a trabajar y por más horas que metiera el dinero apenas alcanzaba para comer. No es que me preocupara mucho el tema económico pero llevaba meses deseando tener una figura de acción de "El hombre nuclear" que todos los niños de ese entonces tenían, cada vez que la pedía mis padres y tíos me echaban el mismo discurso que se resumía básicamente en que aquel año solo vería juguetes nuevos por los anuncios de TV porque la economía familiar no daba para más, eso a mi me resultaba bastante obvio por que mis viejos habían dejado de sonreír: se pasaban el día hablando de deudas, acreedores y de las posibilidades que mi viejo acabara en la cárcel. De esa época solo tuve la palabra de mi padre de que tan pronto pasara su mala racha lo primero que haría sería comprarme ese muñeco, y