Promesa cumplida
Tenía 10 años y estaba furioso.
No solo había tenido que renunciar a mi amigos porque nos mudamos de barrio sino que además, como mi padre se había quedado en el paro mi madre había tenido que empezar a trabajar y por más horas que metiera el dinero apenas alcanzaba para comer.
No es que me preocupara mucho el tema económico pero llevaba meses deseando tener una figura de acción de "El hombre nuclear" que todos los niños de ese entonces tenían, cada vez que la pedía mis padres y tíos me echaban el mismo discurso que se resumía básicamente en que aquel año solo vería juguetes nuevos por los anuncios de TV porque la economía familiar no daba para más, eso a mi me resultaba bastante obvio por que mis viejos habían dejado de sonreír: se pasaban el día hablando de deudas, acreedores y de las posibilidades que mi viejo acabara en la cárcel.
De esa época solo tuve la palabra de mi padre de que tan pronto pasara su mala racha lo primero que haría sería comprarme ese muñeco, y un único regalo, un libro de cuentos con una dedicatoria de mi madre que decía algo como: nos habría encantado darte muchos regalos pero solo nos alcanzó para esto. Te amamos. Sobra decir que el libro se convirtió en mi favorito y la mejor medicina, si estaba triste bastaba con leer las palabras de mi vieja y alguna de las maravillosas historias que en sus páginas encerraba. En ese momento llegué a la conclusión que no necesitaba nada más.
El tiempo pasó, yo cumplí doce años y poco a poco dejé de jugar, mi padre no solo ganó el juicio sino que consiguió trabajo en una empresa de un viejo amigo suyo. Un día al regresar del colegio me encontré en la mesa una caja con El Hombre Nuclear: ahí estaba flamante, nuevo, con 700 días de retraso, reluciente sin ninguna envoltura o tarjeta pero sobraban las palabras, mi padre había cumplido su promesa.
No solo había tenido que renunciar a mi amigos porque nos mudamos de barrio sino que además, como mi padre se había quedado en el paro mi madre había tenido que empezar a trabajar y por más horas que metiera el dinero apenas alcanzaba para comer.
No es que me preocupara mucho el tema económico pero llevaba meses deseando tener una figura de acción de "El hombre nuclear" que todos los niños de ese entonces tenían, cada vez que la pedía mis padres y tíos me echaban el mismo discurso que se resumía básicamente en que aquel año solo vería juguetes nuevos por los anuncios de TV porque la economía familiar no daba para más, eso a mi me resultaba bastante obvio por que mis viejos habían dejado de sonreír: se pasaban el día hablando de deudas, acreedores y de las posibilidades que mi viejo acabara en la cárcel.
De esa época solo tuve la palabra de mi padre de que tan pronto pasara su mala racha lo primero que haría sería comprarme ese muñeco, y un único regalo, un libro de cuentos con una dedicatoria de mi madre que decía algo como: nos habría encantado darte muchos regalos pero solo nos alcanzó para esto. Te amamos. Sobra decir que el libro se convirtió en mi favorito y la mejor medicina, si estaba triste bastaba con leer las palabras de mi vieja y alguna de las maravillosas historias que en sus páginas encerraba. En ese momento llegué a la conclusión que no necesitaba nada más.
El tiempo pasó, yo cumplí doce años y poco a poco dejé de jugar, mi padre no solo ganó el juicio sino que consiguió trabajo en una empresa de un viejo amigo suyo. Un día al regresar del colegio me encontré en la mesa una caja con El Hombre Nuclear: ahí estaba flamante, nuevo, con 700 días de retraso, reluciente sin ninguna envoltura o tarjeta pero sobraban las palabras, mi padre había cumplido su promesa.
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