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Luz de luna

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Aunque no hay nada que me guste más que un día de sol debo confesar que la noche me encanta aunque en un tiempo y galaxia muy lejana le tenía bastante fobia. A mis cinco años me horrorizaba que llegara la noche porque eso significaba que no podía jugar y que pronto tendría que irme a dormir a mi habitación “íngrimo y solo” algo terrible porque como todo niño sabía que los marcianos, esos seres verdes y cabezones de la tele, siempre llegaban de noche. Mi pesadilla recurrente siempre era que a mitad de la madrugada un platillo volador se plantaba en mitad del patio de mi casa y aparecían esos temibles alienígenas. A los veinte años, mandé a freír churros a los marcianos de mis pesadillas y empecé a cogerle gustillo a la noche sobre todo porque descubrí que la oscuridad nos desinhibe a todos un poquito, transforma la ciudad y como esos extraterrestres, nos volvemos más gamberros y hacemos locuras que en el día nunca se nos ocurriría. A mis cuarenta y tantos de vida he llegado a la conclus...

Viajes soñados

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Existen dos tipos de viajes soñados. Los que una vez hicimos y dejaron su huella en nuestra mente y otros, los que aspiramos hacer algún día y por los que también sentimos nostalgia, que como decía el poeta también se puede sentir por los lugares que nunca hemos visitado. Del primero me viene a la memoria un viaje de trabajo que hice al Sahara hace un par de años, como el desierto es inimaginable para alguien que como yo viene de la exhuberancia del trópico literalmente me quedé sin palabras cuando vi kilómetros y kilómetros de dunas al amanecer. Sencillamente no podía hablar frente a la imponencia del panorama y ante la cantidad de gente que de la nada salía a recibir a la comitiva. Niños, viejos y jóvenes emergían de la arena para recibirnos con una mezcla de curiosidad y alegría. El otro viaje soñado es que espero realizar algún día por esa África subsahariana tan grande como olvidada, quienes han estado por ahí coinciden en que ningún lugar del mundo deja una huella tan profunda e...

¡Que "viva" el invierno !

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Frente a la banalidad del verano y la nostalgia del otoño, me encanta la sobriedad del frío invierno, que invita a la introspección y a pasar las tardes del sábado con una mantita viendo la tele y planeando lo bien que vamos a pasar el verano que viene, que como ya se habrá ido la crisis fijo que podremos irnos de vacaciones y volver a disfrutar de la vida. Y es que el invierno en época de crisis viene fenomenal al bolsillo, el frío es la excusa perfecta para no gastar, para posponer todos esos compromisos sociales que nos dan tanta grima y a los que si hiciera buen tiempo nos veríamos obligados a asistir pero “como hace frío” podemos evadir tranquilamente. No salir en verano es considerado un sacrilegio pero en invierno está bien visto. Como si fuera poco el frío favorece la monogamia y la castidad que con estas temperaturas, y lo cara que sale la calefacción, no es plan ponerse sensual con lo cual la concupiscencia queda relegada a la tiempos más cálidos. Sobra decir que a estas al...

¿Jefa o jefe?

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Francamente me da igual. Si algo he tenido en la vida son jefes de todos los sexos, tamaños colores y nacionalidades por lo que puedo decir con la autoridad que me confiere mi larga experiencia empírica, conseguida gracias a decenas y decenas de contratos de temporales, que en este tema el sexo es lo de menos y que lo que me importa es que me traten con digna pero sobre todo que me caiga bien, en mi caso algo fundamental, porque tener que trabajar y encima que el jefe te caiga mal es el colmo de la mala suerte. Esto me ha pasado en algunas ocasiones, he tenido jefes y jefas horribles, que espero estén leyendo esta columna, que con sus chillidos me hacían recordar a la niña del Exorcista o a Chucky el muñeco diabólico y que me hicieron pasar los peores días de mi vida. Sin embargo también he tenido la mejor suerte del mundo y he trabajado para jefas y jefes maravillosos de esos que dejan una huella profunda y por los que he estado apunto de solicitar el proceso de canonización exprés po...

¿Cuál es tu receta preferida?

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Ninguna. Nunca he sido de recetas, como mi hermana mayor, que las anota hasta en la guía telefónica y, lo más sorprendente, las hace y le quedan de antología. Yo me declaro incapaz de hacerlo. Ella, como cree que me alimento mal, cada cierto tiempo me recomienda alguna receta, pero ni caso. Los pocos intentos me salieron fatal y los comensales, o conejillos de indias, que tengo, son tan exigentes que cada vez que los invito tienen la cortesía de hacer ‘dinner forum’, es decir, critican salvajemente los platos, los califican y hasta hacen análisis comparativo («la última vez el arroz te quedó mejor, hoy se te pasó y además está muy soso»). Claro, la culpa la tengo yo que siempre los invito a comer "gallo pinto" (al menos así se llama en mi pueblo), que no es otra cosa que arroz blanco con alubias negras (todo muy revuelto con cebolla bien troceada y pimentón), un plato tan "de gourmet" que lo comemos diariamente en todo Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela ...

¿Tienes alguna vocación frustrada?

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Definitivamente sí. Como me llamo José Guillermo de Jesús, nací en Latinoamérica y me va el drama, era obvio que estaba destinado a ser actor de culebrón, además exitoso. Eso ya lo decían en el jardín de infancia cuando me tocaba interpretar a algún prócer de la patria y me lo repetían durante todo el instituto en el que, para escaquearme de las materias de siempre –que está visto que no sirven para nada, porque si lo hicieran el mundo sería distinto, le pese a Pitágoras, a Aristóteles y a todos los historiadores, que me tenían frito con Colón y su Isabel La Católica, tan católica ella– me apunté a teatro. Por si fuera poco, lo pasaba bomba y me venía de perlas para llegar tarde a casa, «por los ensayos». Tenía un brillante futuro como arlequín, pero todo acabó cuando, solemne, les comuniqué a mis padres que me iba a apuntar a una compañía de teatro ambulante y ellos, muy solemnes, me dijeron que de eso nada, que tenía que estudiar una carrera en condiciones y no ir de loco por la vida...

¿Que cómo llego a fin de mes?

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Básicamente, recordando mi infancia. Tendría no más de diez años cuando mi padre se quedó en paro y mi madre no tuvo más remedio que hacer algunos recortes presupuestarios en la economía familiar y eliminar algunos «lujos». Por ejemplo, con orgullo puedo decir que fuimos los primeros vegetarianos de Costa Rica, porque como la carne estaba por las nubes, se decidió por decreto materno que era «malísima» para la salud y que lo mejor eran las legumbres. Con el mismo sacrosanto criterio, quedó prohibido ir a restaurantes, «¡sabrá Dios las cosas que ponen!», e ir de vacaciones «¡con la de accidentes que ocurren!». Así, con esas mentirillas blancas que nos hacían creer que por estar sin pelas no nos privábamos de las cosas buenas de la vida , nuestra familia llegaba a fin de mes. En este punto habría que decir, en honor a la verdad, que también ayudaban mucho los préstamos y las visitas a la casa de empeños. Durante una época vivíamos en la Casa de los Espíritus: las cosas de valor desapare...