Al final la vida...

"Al final la vida se encarga de poner todo en su sitio", el otro nos lo decía Roberto, en el tanatorio, frente al ataúd de su padre mientras hacía bromas sobre la pinta que tenía su viejo en la foto que a toda prisa se había colocado en el centro de la sala, "entre Peret y uno de los Chunguitos". Mi amigo se veía triste pero aliviado porque tanto él como sus hermanos habían logrado cuidar y acompañar a su padre los últimos días de su vida, un final impensable hace unos años cuando ninguno de su familia quería saber de él, como tanto antes como después del divorcio le había hecho la vida imposible a su madre habían optado por mantener una relación distante. Durante mucho tiempo fue así hasta que un buen día uno de sus hermanos, sin saber con quien dejar su perro decidió preguntar a su padre, quien accedió más que encantado. Aquello fue el principio de todo, porque la familia descubrió que no solo era buen cuidador de animales sino que estaba deseoso de retomar el contacto. Así que con más frecuencia empezaron a dejarlo a cargo de los perros y a los "¿Quédate un poco más?" siguieron los "¿Quieres quedarte cenar?" los "¿Nos vemos pronto?", "¿Y si pasemos las fiestas juntos?""Te quiero mucho".  Y así sin darse cuenta, como milagro cotidiano y cuento de hadas, fueron felices para siempre.

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