Tangos y rancheras

Como está visto que las penas saben nadar, al menos las mías que son campeonas olímpicas, más que ahogarlas las entretengo para que no den mucho la tabarra y permanezcan quietas en un rincón del alma. Para ello más que al alcohol que siempre resulta más costoso recurro a la música. Si lo que quiero es que mis penas se regodeen y se sientan destrozadas por un cruel destino les pongo un buen tango como el que comienza con “Silencio en la noche…” y que cuenta la historia de una viuda que pierde a sus cinco hijos en una guerra y a cambio le dan cinco medallas. A menos que fuera mi abuela, que fijo las habría empeñado para comprar lotería, uno queda hecho polvo pensando en lo que hará esa pobre mujer con tantas medallas. Si lo que quiero es que mis penas se dejen de pendejadas les pongo rancheras que tienen la extraña virtud de hacerme sentir ganas de torear desamores, fracasos y nostalgias. Aunque la que más me gusta es “El rey”, no tiene trono ni reina pero sigue tan campante, las de Paquita la del Barrio resultan infalibles con títulos como “Hipócrita”, “Arrástrate”, “Piérdeme el respeto” y “Rata de dos patas”.

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