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Macho ibérico

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Cuatro, hace cuatro años me convertí en “español” para toda la vida, en macho ibérico perpetuo: juré la Constitución y prometí lealtad al Rey de España, requisitos indispensables para que te concedan la nacionalidad española, un término que parece demasiado general, impreciso y políticamente incorrecto, porque a estas alturas del partido nadie se pone de acuerdo en qué es ser español. Alguien que primero ha sido un sin papeles durante años y luego un asiduo de las largas colas que se forman para renovar el permiso de residencia, no se plantea ese dilema de ser español, digamos que se tiene un interés más pragmático: uno lo que quiere es tener por fin un DNI y un pasaporte que lo acrediten como español de cualquier tipo, autonomía, provincia, pueblo, comarca, barrio o distrito Un día importante en la vida de todo emigrante, en el que se siente invadido por sensaciones de todo tipo. En mi caso tenía la misma de haber ganado una yincana escolar, porque los dos años de “residencia legal,

Atardecer en Brooklyn

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Era el final de la tarde, la hora en que Nueva York se tiñe de un extraño gris melancólico en el que los gigantes de hormigón emergen como fantasmas solitarios entre el mar y la fría tierra. Era el final de la tarde y el epílogo de la historia de aquel latinoamericano que tan solo un año antes había dejado su tierra con la esperanza de ganar algunas pelas demás y así asegurarse su porvenir. Era el final de una tarde de primavera. De un solo golpe quitamos el precinto policial de su habitación y abrimos la puerta de la minúscula habitación de una "pensión", de esas que las grandes metrópolis del "confort" suelen reservar para los excluidos, donde dían antes había muerto en soledad, ese rostro anónimo de quien todos decían que era hermano de mi padre. Era el final de una vida. Mientras afuera la tempertura con dificultad superaba los cero grados, uno a uno sus "tesoros" desfilaban por mis manos -una docena de libros,comida enlatada, guía de viajes y algunas

Adiós a los niños

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Atrás quedaron los libros de cuentos, la bicicleta herrumbrada, las zapatillas gastadas de tanto correr por el pueblo y aquellas tardes en las que junto a “cuadrilla” hacíamos expediciones por los planetas de un espacio sideral lleno de peligros. Vencer monstruos horripilantes, piratas despiadados y lluvias de meteoritos era parte de la rutina de los “super amigos” que estaban dispuestos a luchar, siempre y cuando no fuera la hora de la merienda y nuestra madre nos llamara desde la puerta de la “nave espacial” (que para cualquier adulto no era más que una simple casa ubicada en una barriada). Atrás quedó la emoción por la Nochebuena, por la fiesta de fin de curso (que digan lo que digan era lo mejor de la escuela), y por la niña más guapa del barrio, única fuerza misteriosa, después de la comida, capaz de adaptarnos de nuestros deberes de superhéroes. ¿Qué pasó con todo ese mundo pleno de significado? ¿Dónde se fueron nuestros juguetes favoritos? ¿Dónde las plastidecor y los libros

Nacionalidades exprés

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Que muchos clubes de fútbol puedan conseguir la nacionalidad española para sus jugadores en tiempo récord ofreciendo entradas, autógrafos y variedad de regalos a cambio -como se denunció hace algunos meses- es algo que mosquea, sobre todo a quienes como a este ultramarino servidor han tenido que esperar días, meses y años para por fin conseguir un DNI, y en ningún momento se les ha ocurrido que la cosa tenía una solución tan fácil (lo llego a saber con tiempo y me traigo un cargamento de plátanos, frutas tropicales, café, ron y todas esas cosas que tanto molan a los del primer mundo). Aunque el trámite para obtener la nacionalidad por residencia es la mar de sencillo – es cuestión de agregar a “los papeles” que entregas cada año otros papeles y entregarlos en una ventanilla- ante todo requiere armarse de paciencia. El proceso tarda una media de dos años en los que de por medio hay un par de entrevistas con la policía en las que te pueden pedir “más papeles”, alguna que otra col