Entradas

¿Cuál es tu receta preferida?

Imagen
Ninguna. Nunca he sido de recetas, como mi hermana mayor, que las anota hasta en la guía telefónica y, lo más sorprendente, las hace y le quedan de antología. Yo me declaro incapaz de hacerlo. Ella, como cree que me alimento mal, cada cierto tiempo me recomienda alguna receta, pero ni caso. Los pocos intentos me salieron fatal y los comensales, o conejillos de indias, que tengo, son tan exigentes que cada vez que los invito tienen la cortesía de hacer ‘dinner forum’, es decir, critican salvajemente los platos, los califican y hasta hacen análisis comparativo («la última vez el arroz te quedó mejor, hoy se te pasó y además está muy soso»). Claro, la culpa la tengo yo que siempre los invito a comer "gallo pinto" (al menos así se llama en mi pueblo), que no es otra cosa que arroz blanco con alubias negras (todo muy revuelto con cebolla bien troceada y pimentón), un plato tan "de gourmet" que lo comemos diariamente en todo Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela ...

¿Tienes alguna vocación frustrada?

Imagen
Definitivamente sí. Como me llamo José Guillermo de Jesús, nací en Latinoamérica y me va el drama, era obvio que estaba destinado a ser actor de culebrón, además exitoso. Eso ya lo decían en el jardín de infancia cuando me tocaba interpretar a algún prócer de la patria y me lo repetían durante todo el instituto en el que, para escaquearme de las materias de siempre –que está visto que no sirven para nada, porque si lo hicieran el mundo sería distinto, le pese a Pitágoras, a Aristóteles y a todos los historiadores, que me tenían frito con Colón y su Isabel La Católica, tan católica ella– me apunté a teatro. Por si fuera poco, lo pasaba bomba y me venía de perlas para llegar tarde a casa, «por los ensayos». Tenía un brillante futuro como arlequín, pero todo acabó cuando, solemne, les comuniqué a mis padres que me iba a apuntar a una compañía de teatro ambulante y ellos, muy solemnes, me dijeron que de eso nada, que tenía que estudiar una carrera en condiciones y no ir de loco por la vida...

¿Que cómo llego a fin de mes?

Imagen
Básicamente, recordando mi infancia. Tendría no más de diez años cuando mi padre se quedó en paro y mi madre no tuvo más remedio que hacer algunos recortes presupuestarios en la economía familiar y eliminar algunos «lujos». Por ejemplo, con orgullo puedo decir que fuimos los primeros vegetarianos de Costa Rica, porque como la carne estaba por las nubes, se decidió por decreto materno que era «malísima» para la salud y que lo mejor eran las legumbres. Con el mismo sacrosanto criterio, quedó prohibido ir a restaurantes, «¡sabrá Dios las cosas que ponen!», e ir de vacaciones «¡con la de accidentes que ocurren!». Así, con esas mentirillas blancas que nos hacían creer que por estar sin pelas no nos privábamos de las cosas buenas de la vida , nuestra familia llegaba a fin de mes. En este punto habría que decir, en honor a la verdad, que también ayudaban mucho los préstamos y las visitas a la casa de empeños. Durante una época vivíamos en la Casa de los Espíritus: las cosas de valor desapare...

Mil euros y Air Madrid

Imagen
Los echo de menos y cuanto más pasa el tiempo más me hacen falta. Es como un si agujero negro se los hubiese tragado. Por más que pienso no me resigno a olvidarlos y me duele en el alma que otros, sabe dios quienes, estén disfrutando con ellos y que no piensen en regresármelos. Todo comenzó en septiembre del 2006 y nada hacía sospechar que no los volvería a ver. Ese mes me acerqué a la agencia de viajes a comprar mi billete ir a Costa Rica por navidad, con antelación como recomienda la publicidad. “¡Mil euros, una barbaridad! Pensé mientras resignadamente le pagaba a la chica de la agencia. Digan lo que digan los mileuristas, mil euros dan para mucho y en mi caso para conseguirlos había tenido que ahorrar varios meses. Así que con nostalgia me despedí de mis mil eurillos y guardé mi billete de Air Madrid en la mochila para salir, ¡qué ilusión Dios mío!, el 20 de diciembre de ese año. Sobra decir que nunca viajé. Air Madrid cerró sus puertas 5 días antes y adentro se quedaron mis lindos...

La vida en una canción

Imagen
Recién llegado, mi canción era ‘El inmigrante’, de Juanito Valderrama. Me parecía conmovedora aquella letra de un tío que deja su país y con los dientes de marfil de su madre se hace un rosario. Es decir, que la pobre de una sola sentada se quedaba sin hijo y sin dientes. Después, para sumergirme en la cultura española, aparte de ver ‘Cine de barrio’ todos los sábados, escuchaba a Marisol, el Dúo Dinámico, Karina y todas esas canciones que hablaban de lo maravillosa que es la vida y ser una chica yeyé. Con el tiempo me convertí en un hombre serio y formal y redescubrí a Tom Jones, que a sus 80 años sigue cantando ‘Sex Bomb’, una inspiradora canción que tenía la mágica virtud de que con estas carnes me hacía sentir sexy, un milagro. Hasta que decidí volver a mis orígenes y me reenganché a ‘El rey’: la historia de ese hombre que no tiene «trono, ni reino» y que en las peores circunstancias se siente un triunfador llega al alma, uno la escucha y por más deprimido que esté, le entran gana...

¡Ya lo sabíamos!

Imagen
Por fin, después de miles de reuniones, de cientos de informes y de concienzudos análisis los señores del sistema han dictaminado lo que ya sabíamos todos desde hace varios meses: que estamos en crisis financiera. El tema era recurrente en cualquier reunión social, en la sobremesa y hasta en las alcobas pero ellos necesitaron un poco más de tiempo para reconocer que el capitalismo global, tal y como lo conocíamos, está en plena crisis de identidad y que papá Estado una vez más tendrá que rescatar al mundo. Lo que no han dicho muy claramente de quien es la culpa y si, en caso de aclararse responsabilidades, esos terroristas del fundamentalismo "neocon" en vez de ser recompensados por llevar a la quiebra instituciones centenarias -y jugar con el dinero de todo el mundo- recibirán su merecido. De momento en lo único que coinciden esos "analistas" es que para no variar el ciudadano de a pie es el que tendrá que pagar los platos rotos...como si no lo supiéramos desde el...

¿Para qué sirven los balcones?

Imagen
Obviamente, para cotillear y para nada más. Por mucho que se diga que los balcones sirven para dar luz, para colocar plantas o añadir un toque coqueto a cualquier edificio, está claro que todo son excusas, porque no hay nada mejor que ver cómodamente el mundo desde un balcón en actitud triunfal, como Julio César en su trono. Desde ahí, con el mayor descaro del mundo, podemos ver desde escenas amorosas hasta pleitos callejeros y desfiles, y saludar a la vecina de enfrente (aunque no la soportemos). Cotillear desde una ventana es una indiscreción, pero hacerlo desde un balcón es poesía pura. Hablo con la autoridad que me da el haber vivido durante cinco años en un piso con balcón a la calle Mayor de Madrid, una época maravillosa en la que apenas veía la tele, porque los telediarios resultaban ñoños comparados con lo que contemplaba desde mi habitación. Pasaba los días entretenidísimo cotilleando a todo dios sin percatarme de que mis vecinos, y el público en general, a su vez también pod...