Toda la vida
Como los días previos a mi regreso a España mi vieja se ponía muy nostálgica para animarla (y animarme), para consolarlos mutuamente, a la hora de darle las buenas noches siempre me sentaba a la orilla de su cama para tener una pequeña conversación en la que básicamente lo que hacíamos era permencer en silencio tomados de la mano:
-¿Se va a cuidar? ¿Vamos a estar bien? ¿Verdad?
-Sí Mamá, me voy a cuidar y vamos a estar todos muy bien ya verá.
-Nos vamos querer toda la vida ¿verdad? ¿Hasta el cielo?
-Sí Mamá, nos vamos querer hasta el cielo, ida y vuelta.
-Te quiero mucho. No lo olvides.
Apenas cinco minutos de conversación, un pequeño ritual que ha sido mi tabla de salvación en los años posteriores a su partida. Como mi vieja murió en tiempos de pandemia y se fue si que pudiérmos despedirnos en ese momento, mi memoria echa mano y se aferra a esos micro momentos en el que a lo largo de más de 25 años siempre nos dijimos lo mucho que nos amábamos.
-Si, Mamá, nos vamos a querer toda la eternidad.
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