El oso y la muñeca

A Dialá la conocí la vez que estuve en el hospital.  Estaba justo en la cama enfrente mío. Cuando desperté tras la operación lo primero que vi fue un oso de peluche gigante, una muñeca y una chica de unos 20 años  conectada a un respirador artificial,  que me miraba fijamente. La saludé con desgano y seguí durmiendo pensando que se trataba de un sueño, después de todo un oso y una muñeca poco tienen que ver con la sobriedad y el gesto adusto de un hospital. Horas más tarde cuando desperté la chica seguía ahí, mirando al vacío mientras una amigo de su misma edad, la peinaba y repasaba con ella su fin de semana. La verdad que como el oso y la muñeca, Dialá poco pegaba en esa sala donde estábamos cinco adultos recién operados, amargados y atontados por anestesias y medicamentos. Sonreía poco, se quejaba algunas veces y su madre siempre corría de un lado a otro intentando sonreír mientras sus ojos miraban con tristeza, "Si usted la hubiera conocido hace un año...era una muchacha alegre, guapa, siempre metida en actividades hasta que un día cayó enferma y nunca más se levantó. Los médicos dicen que es una enfermedad degenerativa, es decir que lo único que puede hacer es empeorar pero yo no pierdo la fe. ¿Sabe? Los milagros pasan, a lo mejor Tatica me la ve con ojos de misericordia y pasamos navidad juntitas", me explicaba mientras la acomodaba en la cama y yo deseaba con toda mi alma que los milagros existieran.

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