Los hombres ya no son lo que eran

Me contaba una amiga divorciada que harta de ser la eterna soltera, la que siempre va sola a las fiestas y cenas, se apuntó a una web de contactos. Tras el temor inicial del “quedirandemi”, ilusionada creó su perfil con una breve y “honesta” descripción: chica de 50 años, profesional y de buen ver busca chico para salir. Agregó un par de fotos, las mejores de sus últimas vacaciones en Ibiza, una con la melena al aire en plan leona y otra más formalita con traje de ejecutiva para reforzar la idea de mujer independiente. Al principio los resultados no se hicieron esperar: mensajitos, piropos, propuestas de noches de pasión y hasta de matrimonio. Se sentía en la gloria porque otra vez estaba en el mercado y no paraba de responder mensajitos picantes. Sin embargo, con el tiempo su ánimo se fue desinflando porque con los chicos que quedaba o querían enrollarse en el momento o casarse ipsofactamente, y la verdad es que tras un traumático divorcio no se está para ninguna de las dos cosas. Así que, visto lo visto, volvió a utilizar los mecanismos tradicionales: pedirle a los amigos que le presentasen tipos atractivos, a hacerse la interesante en mitad de un reunión de trabajo, en el metro a las siete de la mañana mientras intenta no dormirse o cuando hace la compra con chandal y tacón alto -antes muerta que sencilla- con resultados prácticamente nulos, salvo que la mayoría la agrega a Facebook o le manda mensajitos cariñosos por whatsapp, sms, por msn, gtalk, es decir, que sigue en las mismas, en el mundo virtual. Su teoría es que las redes sociales nos están volviendo vagos hasta para ligar y que el arte del cortejo se está perdiendo aceleradamente porque nadie quiere perder tiempo. “Los hombres ya no son lo que eran”, me dice melancólica, al tiempo que saca su Iphone del bolso para devolverle un "toque" a uno de sus pretendientes, un compañero de Pilates con el que nunca ha quedado.

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