Se suponía que iba a ser un señorón de esos de vida resuelta pero no, algo se torció en la camino, no cuajó y a los 59 años sigo soltero -y sin cambio de estado civil a la vista (ni ganas)-, compartiendo piso, sin trabajo fijo (en lo que va del año he tenido cuatro patrones), reiventándome cada vez que me llaman a dar un curso de algo que no sé (pero acepto encantado porque pelas son pelas), haciendo malabarismos para vivir con menos de mil euros al mes, evitando coger taxis o ubers porque la plata no da -y además son carísimos en esta ciudad- esperando ansiosamente que llegue el fin de semana para irme de juerga, poniendo Soda Stereo a todo volumen y cantando frente al espejo mientras me preparo hacerlo prometiendome que esa noche voy a brillar.
Es decir sigo como cuando tenía 25 años, en fin toda una falta de respeto y atropello a la razón como cantaba aquel tango pero aquí seguimos.