Mi secreto

Siempre he sido un enamorado de las puestas de sol, a tal punto que siendo estudiante universitario en Costa Rica cuando se acercaba la hora salía corriendo de las clases para subir hasta la terraza del Edificio de Generales que tenía una ubicación privilegiada. Subía a todo correr y durante unos 10 minutos, me quedaba extasiado mirando ese espectáculo tan cotidiano pero mágico para luego volver a clases sintiéndome completamente renovado; fue mi secreto de universitario y nunca le dije nadie por qué justo a la hora del atardecer salía pitando.

Cuando viví en Israel –que para mí tiene las mejores puestas de sol del mundo - pude retomar esa costumbre diaria gracias a que por un tiempo viví en un estudio que estaba en un sexto piso y que tenía una terraza enorme con una vista impresionante. Si estaba fuera de casa pegaba carrera y llegaba justo a tiempo para abrir una botella de vino, poner música y estar largo rato admirando la tremenda belleza de una puesta de Sol en Medio Oriente.

Meses después cuando me mudé a Tel Aviv sentí que me saqué la lotería cuando descubrí que el Ulpan Gordon, donde estudiaba hebreo, estaba en primera línea de playa, a unos cinco kilómetros de mi casa, así que me acostumbré a salir más temprano de lo habitual y recorrer toda esa distancia andando por la arena sin zapatos, deteniéndome de vez en cuando para contemplar esas puestas de sol y pensar que lo estaba haciendo desde el mismo lugar en que muchos profetas las vieron y juraron estar frente a frente con el Creador.

Llegaba al Ulpan con arena hasta las cejas pero más que feliz porque sentía que una vez más me había salido con lo mío y había logrado robarle un espacio a la rutina para sentirme más vivo que nunca. 

 

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