Militancia

A principios de 1977 mi vieja y sus amigas de la “Asociación de Damas de Barrio Córdoba” decidieron terminar con su pasividad de amas de casa y pasar a la militancia política activa apoyando un pre-candidato a la Presidencia de la República en la Convención interna de su Partido, famoso no por sus propuestas o ideología sino por su porte de actor de Hollywood. Por aquella época la sonrisa de Rodrigo Carazo Odio arrancaba suspiros y provocaba desmayos entre las mujeres de Costa Rica no solo por su apariencia sino por su fama de ser el esposo y padre perfecto, era justo lo que necesitaba el país.

Así mi madre y sus amigas irrumpieron como guerreras en la tranquilidad de nuestro burgués barrio, tocando puerta por puerta para pedir el apoyo a ese macho (rubio) tan “divino”.  A mi tocó recorrer parte del vecindario acompañando a mi vieja, mientras ella hablaba con impecable dicción y anotaba los votos que había casa por casa yo repartía pegatinas y banderas con una sonrisa de oreja a oreja. 

El día de la convención la casa era un hervidero de gente entrando y  saliendo mientras en la cocina mi madre dirigía el operativo: mis hermanas y sus amigas se encargaba de preparar los sandwich y yo y algunos de mis vecinos nos ocupábamos de meterlos en una bolsita junto a una servilleta y un panfleto que decía Carazo Presidente 1978-1982.

Mi viejo, aunque no era muy simpatizante del pre-candidato, no se salvó porque mi madre lo apuntó sin preguntarle en el área de transportes, con una microbús como la que teníamos en ese momento habría sido muy mal visto no ponerla al servicio de tan buena causa.

Para alegría de mi vieja, de sus amigas y de muchas mujeres costarricenses, el macho no sólo ganó la convención sino que un año más tarde se convertiría en el flamante nuevo Presidente de la República.   

Poco le duró la alegría a mi madre porque tan solo un mes después de la convención mi padre perdió el trabajo y surgieron una serie de problemas familiares que le cambiaron la para siempre.

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