Guapo

 

El año pasado estaba en un bar de Madrid esperando a un amigo cuando de pronto entró un grupo de gente “oficialmente guapa” como suelo llamar a esa tipo de personas que son consideradas bonitas aquí y en Plutón, esos seres humanos cuyo Instagram es un desfile de viajes y grandes momentos rodeados de burbujas de champán. “¡Qué nivel de gente y qué ganas de tener la mitad de glamur de ellos!” pensé cuando se situaron justo en el centro del bar bajo las tentas miradas de cuantos estábamos ahí.  Desde mi mesa por unos instantes estuve atento al movimiento del grupo y luego seguí sumido en mis pensamientos ojeando de vez en cuando el whatsapp por si mi colega se dignaba a escribir.

De repente vi que los guapos hablaban entre ellos mirando a mi mesa y uno de ellos se acercó con el móvil en mano, como para pedirme que les tomara una foto. Sin dejar que terminara la pregunta en cuanto me dijo “Oye,  ¿te importaría…?” le contesté que con un “claro, encantado les tomo la foto” al tiempo que me ponía de pie y me acercaba a ellos. La sorpresa mayúscula fue grande cuando me dijeron que no,  que lo que querían era hacerse una foto conmigo.

“Queremos hacernos una foto con el chico más guapo del bar. Desde que entramos todo estábamos diciendo que de dónde había salido ese chico de gafas, con esa tremenda sonrisa y ese cuerpazo de infarto”.

  Entre risas, intentando no poner la cara de flipado que la ocasión ameritaba y como si yo si fuese un futbolista  famoso acostumbrado a sacarse selfies con extraños, me sumé al grupo posando como un gran influencer, bromeando con todos.

Tras ese momento surrealista  me regresé a la mesa a punto de estallar en una carcajada, contento de haber vivido la anécdota y pensando en lo rara que era la vida. Esa gente no quería absolutamente nada de mí, solo un recuerdo…un recuerdo con el chico guapo del bar. 

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