Abolengo

 

Mi primera entrevista de trabajo para un puesto de periodista a los 24 años transcurrió de forma totalmente inesperada. Puntual llegué a la cita, vestido de traje y corbata, y con mi flamante curriculum  en una carpeta, todo más que preparado para impresionar y hacer que me contrataran ipso facto

El director me saludó con toda la amabilidad del caso y nada más abrir la carpeta de mi CV empezó a reírse sin parar y a carcajadas. “Ay ya sé quien es usted, su Papá se llama Luis Guillermo, su Mamá Haydée. Para empezar le voy a decir que su Tata fue novio de mi hermana pero creo que la cambió por su mama…”. Aquel fue el peor arranque imaginado porque de repente me ponía en el bando de los “malos” y toda la argumentación que tenía preparada para centrarme en mis talentos demostrados como estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación quedaba superada por una vivencia personal, era el clásico comento de “tierra trágame”.

Menos mal que el señor no paró de reírse, quitándole importancia a lo sucedido, en ese entonces unos treinta años antes, y siguió sumido en los recuerdos. Entre risas me dijo que conocía muy bien a mi familia paterna.  

 “No sé si usted está enterado que tanto su abuelo como sus tíos abuelos paternos allá por los años treinta eran famosos en San José por hacer diabluras,  eran super divertidos y bromistas, la gente los quería mucho sobre todo las muchachas”.

Aún un poco perplejo pero contento de que la entrevista se estuviese centrando más que en una historia de desamor en algo divertido, con el ánimo de dar por cerrado el tema familiar y centrarnos más en la materia le dije que algo había escuchado sobre el tema y que al menos mi abuelo Mario era muy divertido, que no paraba de contar chistes y que si quería, para no “robarle”más tiempo hablábamos de mi trayectoria profesional. 

Decir que me ignoró fue poco, el director del periódico siguió rememorando algunas de las ocurrencias más famosas de mis tíos abuelos sin hacer caso absoluto de mi CV. La verdad yo tenía sentimientos contradictorios, por un lado estaba disfrutando el momento pero por otro, quería que tomara en serio mis aspiraciones de ser un periodista profesional. 

Diez minutos después la secretaria interrumpió para anunciarle que tenía otra reunión. En ese momento por “culpa” de mis tíos abuelos daba por perdida la entrevista pero me equivoqué, el director se volvió hacia mí y con una sonrisa de oreja me dijo que le había encantado conocerme y que mientras estuviera él como director las puertas del periódico siempre iban a estar abiertas para mi.

“En el momento que quiera el puesto es suyo. Viniendo de la familia que usted viene el curriculum sobra, no necesito más información sé el nivel que tiene y que es prácticamente imposible que usted sea mala persona. Felicidades”.

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