Mudanza
Mi vieja y yo estábamos nostálgicos.
Ese día nos no sólo nos mudábamos de la casa en la que
habíamos vivido 18 años sino que además nos íbamos del pueblo. Estábamos tan
tristes que pedimos ser los últimos en dejar la casa. Con el salón vacío nos sentamos
en el suelo, nos dimos la mano -como solíamos hacer cuando hablábamos de cosas
serias- y empezamos a pasar revista por todas las cosas buenas que nos había
pasado ahí pensando cuán agradecidos teníamos que estar porque de una manera u otra
la familia había progresado.
Mis padres habían llegado a esa casa en plena crisis matrimonial, sin saber muy
bien si continuarían o no y ahí precisamente poco a poco habían ido arreglando
sus diferencias hasta volverse a reencontrar y a quererse como nunca, mis
hermanas y yo habíamos llegado siendo casi niños y nos marchábamos ya mayores con
un futuro profesional prometedor. Mi vieja decía que habían habido épocas en
las que no sabía muy bien si durante el mes se iba a tener lo suficiente para
la comida ó para el alquiler pero que al final el salario se le
"estiraba" y alcanzaba para todo...era como si la vida fuera un
constante milagro porque bajo ese techo siempre, siempre se salía adelante.
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