Mi gran noche


Fue allá por 1975 cuando mi padre me acompañó a participar en un programa de TV que se llamaba algo así como "Las Noches Millonarias", donde nadie se va con las manos vacías, y que era conducido por un famoso presentador de la época, Carlos Alberto Patiño, nada más y nada menos. Imposible ser más afortunado, pensaba yo, el día en que me llamaron para invitarme a participar. La verdad que había costado un mundo porque había tenido que rellenar no sé cuantos cupones en los supermercados.

Aún desconozco las razones que yo, con solo 9 años, tenía para participar en un concurso que había visto pocas veces en mi vida y que siempre me resultaba aburrido pero ahí estaba yo, en medio del plató, estrenando ropa de la Diorvet, con las mejores marcas y al mejor precio, participando mano a mano con dos ancianos de 30 años sabelotodo y yo muerto de coraje porque no me había ganado pero ni un triste carrito de plástico de Almacenes Rodolfo Leitón, llevando alegría a todos los niños de Costa Rica.

Por fin, en directo y a todo Costa Rica, Patiño anunció la última prueba de la noche: hacerse el nudo de la corbata con una sola mano, que era lo más parecido a escupirme en la cara porque de eso ni remota idea. Menos mal que fui rápido en la respuesta y cuando el conductor me preguntó si sabía como hacer el nudo de la corbata respondí que no pero que mi Papá, que estaba sentado ahí (señalando con el dedo) sí que sabía. 

Y así fue como en medio de los aplausos del público mi viejo subió al plató de Telecentro Canal Seis, con la mejor programación del país y para toda la familia,  y en menos de cinco minutos se hizo el nudo con una sola mano y dejó hechos polvo a los otros concursantes que ni siquiera habían comenzado a hacérselo. La mejor venganza y orgullo total por la hazaña de mi viejo, por tener un papá "tan carga" que sabía lo primordial para ganar un concurso.

El premio de esa noche: una vajilla irrompible de marca Lenox, que dura y dura en su cocina, para seis personas que estaba incompleta (como suele pasar en mi pueblo, alguien de producción decidió armarse su vajillita individual) y que meses después acabó en la basura porque a mi madre le parecía la cosa más horripilante y hortera del mundo.

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