Mi abuela y la TV

Cuando mi abuela veía la tele, el espectáculo era ella. Si había una persecución policial jaleaba a los defensores de la ley Cuando mi abuela veía la tele, el espectáculo era ella. Si había una persecución policial jaleaba a los defensores de la ley "¡Corran, que si no se les escapa...está escondido en la bodega!" y cuando lo atrapaban aplaudía con satisfacción: "¡Que bien, todo sapo muere estripado!" Durante los telediarios si salía Margaret Thatcher o Golda Meir movía la cabeza en gesto afirmativo y daba golpecitos en la mesa, "¡Sí señor, eso es lo que hay que hacer y punto!" Si por el contrario salía un político que le caía mal solía proferir algún insulto "Viejo más mentiroso, usted es un sinverguenza" o si salía algún grupo musical hacía el ademán de ponerse a bailar y movía las manos con alegría. Cuentan que la vez que participé en un debate en TV -la cosa más surrealista que he hecho en mi vida-  durante las dos horas mi abuela no se levantó de la silla y cada vez que hablaba mi contrincante golpeaba la mesa "¿Pero que se cree ese traspalmejas hablándole así a mi nieto?" y cuando yo lo rebatía, no paraba de aplaudir con orgullo. Mi abuela vivía la televisión. A lo mejor por eso es que cada vez que veo a la gente frente al TV sin hablar, sin decir ni mú, mirando atentamente con gesto serio, siento que nos hemos vuelto muy aburridos y que al universo y a la vida les hace falta algo: les falta mi abuela.



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