Entradas

China y mi madre

Imagen
Este año el gran acontecimiento en mi pueblo es la inauguración del Estadio Nacional construido gracias a la “desinteresada generosidad de China”, como rezan todos los comunicados oficiales. En pocos días posiblemente todo el país en pleno asistirá a tan magno evento, todos menos mi madre. No por que no pueda, como ella deja bien claro cuando en casa se saca el tema sino porque lleva años realizando un boicot unilateral y solitario contra todo lo que sea hecho en China. Ropa, electrodomésticos, adornos, domésticos en su casa no entra nada que esté hecho en China y para asegurarse que se cumple al pie de la letra su “embargo comercial” ella se encarga pacientemente de revisar las etiquetas de todo. El otro día me llamó para contarme que estaba indignada porque el Seguro Social le había mandado unas pastillas hechas en China. Apenas llegó de la clínica arrojó todos los botes al basurero para “prevenir” una intoxicación familiar. Está convencida, y no se corta en proclamarlo ante extraños

El abuelo

Imagen
Total que mi abuelo Mario se murió sin decirme nada trascendente, una frase de “esas” con las que uno encabezaría su autobiografía, en caso de ser famoso, Se fue a como pasó toda su vida: bromeando. Daba igual que estuviera en una cena formal, en un funeral o en un hospital recién operado, siempre se las ingeniaba para soltar algún chiste políticamente incorrecto que nos hiciera reventar de risa. Mi abuela tenía toda la esperanza de que en sus últimos días se formalizara y se comportara “de una vez por todas” como un venerable anciano, pero ni caso. El seguía con sus bromas de siempre, como si el final no se estuviera acercando y como si la vida no hubiera que tomársela en serio. Cuando estaba agonizando, a menudo me decía con solemnidad, “Hijito mío tengo algo muy importante que decirte” y yo, con un nudo en la garganta acercaba el oído para poder escuchar su voz casi inaudible y me decía: “resulta que había una señora con una dentadura postiza…”, el chiste me lo sabía de memoria porq

Jamón Jamón

Imagen
No falla. Siempre que en cualquier mesa de tragos comento que no como -y que no me gusta- el jamón pasa lo que pasa. Primero un silencio sepulcral, el típico de cuando alguien ha metido la pata y el público espera la rectificación inmediata, luego las miradas de espanto cuando se descubre que no se trata de una broma, a continuación el período de preguntas (“¿Qué dices? ¿Estás en tus cabales?) y finalmente el homenaje de cada uno de los comensales al mejor jamón que han probado, el de su pueblo claro está. Tengo amigos que en ese momento lloran de emoción al recordar todos los jamones de su vida, esos “que de tan buenos se deshacían en la boca”. Conclusión unánime: si alguien no come jamón es porque nunca ha probado un buen jamón y punto pelota. La verdad que soy un poco temario porque criticar el jamón en este país no solo es muestra de ignorancia absoluta sino que es considerado un insulto: después de la selección española en la final de un Mundial no hay nada que una más a los espa

Consejos

Imagen
Cada vez que la Negra, en teoría la asistenta de la casa pero en la práctica una más de la familia, contaba entre lagrimones el melodrama de su noviazgo, mi madre se enternecía y le aconsejaba durante horas. Su historia se resumía a la típica “chica ama chico pero chico ama a todas” y eso le rompía el corazón a ella que tenía el dormitorio empapelado con fotos de su galán, un tirillas pelirrojo con cara de no matar ni una mosca pero todo un don Juan a juzgar por las historias míticas que se contaban de él. Una y otra vez mi madre la aconsejaba que tuviera paciencia, que recordara que en esta vida todo se consigue a base de esfuerzo y que veces en la vida había que luchar con uñas y dientes por lo que uno quería. Ella asentía con la cabeza como niña obediente y mi vieja se daba por satisfecha, convencida de que le hacía un gran favor a la humanidad animando a una muchacha de pueblo a seguir por el buen camino del recato y a encontrar su sitio en la capital. Sin embargo todo cambió radic

Muertitos

Imagen
La primera semana de noviembre la publicación más esperada en mi pueblo no eran los diarios, ni las revistas del corazón, ni los cómics, ni siquiera los semanarios deportivos sino el especial de los muertos, un suplemento que editaba un periódico cada dos de noviembre y que no era otra cosa que una sucesión de esquelas y obituarios de todos los muertos del año o que estuvieran celebrando sus las bodas de plata o de oro en el más allá. Era el acontecimiento del mes, las ediciones se agotaban, las vecinas se lo iban pasando de en mano en mano y sustituía el Hola en consultorios y peluquerías. Si usted quería saber quien y cómo había muerto ese año, tenía que leerlo. Había muertos de todas las clases y para todos los gustos, desde el pobre al que solo le sacaban un octavo de página con su nombre y fecha de fallecimiento hasta el rico, al que le dedican página completa, foto enorme y un poema casi siempre cursi en el que la familia mostraba su dolor por pérdida tan lamentable. “Abnegado, f

El filósofo

Imagen
Carlitos vendía refrescos en una playa de Nicaragua. Con tan solo nueve años se pasaba el día caminando descalzo por la arena con una mini hielera a los hombros y siempre atento a la llegada de sedientos turistas. Como el día estaba flojo tenía tiempo para jugar un rato con las olas del mar y pensar en lo que le diría a su madre cuando llegara a la casa con tan poca plata. La vida siempre había sido dura y un poco cruel en Nicaragua, decían a menudo sus tíos mayores mientras hacían recuento de todos los que habían emigrado a Estados Unidos o a Costa Rica en busca de una nueva vida. Y él, sentado solo en la playa, pensaba que a lo mejor tenían un poco de razón sobre todo cuando veía a los hijos de turistas ricachones del vecino país jugar alegremente en la arena mientras él tenía que andar de arriba abajo vendiendo coca colas y recomendándoles a todos probar el vigorón* de su Tía Mirna que tenía un destartalado puesto a la entrada de la playa. Así le resumió aquel chiquillo su vida a

Otros tiempos

Imagen
Viajar ya no tiene ninguna gracia. Es lo que siempre concluyo después de leer los diarios antiguos de mi pueblo cuya sección de sociedad estaban repletos de notas alusivas a los viajes que realizaban los más pudientes. Podían ser pequeños textos o bien cuartos de página acompañados por la fotografía de la gentil damita que salía mañana para Miami en viaje de quince años, de Cuquita de la Ruy que haría un tour por Europa acompañada de su distinguida madre o del joven ilustre Gerardo Rodríguez, hijo del destacado doctor del mismo nombre, que se iba a México a estudiar medicina. Entonces los periódicos servían para algo: para despertar la cochina envidia de los demás y para congregar en el aeropuerto a los más cotillas. Según mi padre la terminal aérea siempre estaba a reventar no por los viajeros, que eran los mismos cuatro gatos de siempre, sino por la cantidad de curiosos que se congregaban ante la salida de cualquier vuelo. Desde los balcones la multitud seguía en vivo y en direct