Realismo político
A mi no me importaba, la verdad no quería ganar las elecciones porque estudiando dos carreras y trabajando no tenía tiempo de nada pero mi jefe de campaña estaba alarmado, “mae, hay que conseguir plata de dónde sea, no podemos ser los limpios de la facultad, estamos dándo lástima”. Un día al final de clase me convocó a una reunión por la zona más oscura de la Universidad, por el centro de recreación, y me pidió que no fuera acompañado.
Al llegar había una camioneta con los vidrios polarizados estacionada, y mi jefe de campaña estaba en la puerta esperándome. Cuando me monté casi me voy de espaldas al encontrarme sentados esperándome a dos asistentes de profesores estrechamente vinculados a los dos grandes -y eternamente enfrentados- partidos políticos nacionales de ese entonces. Los dos “enemigos acérrimos” que se odiaban a muerte, me pusieron en medio, me saludaron rápidamente y cada uno me dió un sobre con dinero mientras me deseaban suerte bajo promesa de no decir nada.
Cinco minutos después estaba fuera reclamándole a mi jefe de campaña por no haberme avisado antes – probablemente habría salido corriendo a coger el bus de la U y así desentenderme de todo – y porque como como nunca he sabido mentir problemente me pondría rojo como un tomate si me preguntaban por las fuentes de financiación en el debate. Mi amigo dio por cerrado cualquier reclamo: “Agradezca porque ya tenemos plata y porque acaba de recibir una lección pagada de realismo político: cuando algo les interesa a los políticos se ponen de acuerdo, lo demás es pura vara”.
Comentarios