Como millonarios

 

Contaban mis padres que allá por los años sesenta vivieron la inauguración del primer supermercado del pueblo como una auténtica fiesta. En esa época, comprar sin que hubiese un tendero de por medio era algo que solo se había visto en las películas de Hollywood, se consideraba algo impensable entrar como "Pedro por su casa" a un establecimiento y empezar a llenar la cesta sin tener que pedírselo a nadie, era el colmo de la modernidad y de la libertad más absoluta que solo en USA existía.  

Ese día dejaron mis hermanas al cuidado de una tía y emperfollados como quien acude a ver a un señor muy importante se fueron a comprar al "Mas x Menos". No podían creérselo, recorrer los amplios pasillos viendo todo lo habido por haber y echando en el carrito todo lo que se les antojaba que mermeladas de todos los tipos, que ropita y juguetes para las chiquitas, que cosméticos Max Factor para mi madre, cervezas de distintas marcas, tazas para el café...qué ilusión más grande y qué vida de millonarios! Aquello era un sueño realidad que terminó de bruces cuando llegaron a la caja y tuvieron que devolver más de la mitad de la cosas porque el dinero no les llegaba. "Nos emocionamos tanto que ni nos acordamos que teníamos que pagar", apuntaba mi padre compungido. 

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