¡Bingo!


Mi madre no podía creérselo: por primera vez en su vida había ganado un bingo y a cartón lleno. En cuanto puso la última ficha soltó un "Bingoooooooo" desde el fondo de la gradería del gimnasio mi Instituto, donde se realizaba la actividad benéfica. Como decía que en su vida tener cualquier cosa le había costado mucho esfuerzo ese día se vino arriba, así que entre gestos triunfales -solía levantar los brazos y contonearse-  y los aplausos del público, gloriosamente se abrió camino por entre la multitud, no podía creer la suerte que había tenido. El premio, anunciaba el presentador, era una sorpresa gentileza de uno de los patrocinadores.

Mi vieja recorrió todo el camino pensando en que a lo mejor era unas merecidas vacaciones con todo pago en San Andrés, que por entonces estaba de moda como destino vacacional de la clase media,  o a lo mejor una enorme canasta de víveres de esas que adornaban la entrada y que estaba llena de cositas que le gustaban a la familia o un vale para un vestido de la boutique "La Dama Elegante", un lujo imposible con su salario.  ¡Qué ilusión con todo! Por fin, entre aplausos subió al escenario al tiempo que el presentador metía la mano en un caja de cartón y sacaba un papel en el que se asignaba el premio. "Señora, es su día de suerte: ha ganado un delicioso bollo de pan cuadrado de Panificadora Camacho, veinte años alimentando al pueblo de Costa Rica. Muchas felicidades!" 


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