Herencia


Dicen que para amarse a sí mismo lo primero es mirarse a través de los ojos de quienes nos han amado con profundidad porque solo el amor es capaz de traspasar todos los muros que con el tiempo nos hemos creado, fronteras infranqueables que nos separan de los demás y del propio universo. Son esas miradas las que más nos acercan al misterio de la vida, a  quienes realmente somos y a la forma en la que nos ven los ángeles. Nos miramos y juzgamos con demasiada severidad pero ellos no, saben mejor que nadie que somos efímeros, que estamos hechos de la misma materia de las estrellas. Imposible pensar en eso y sin recordar a mi viejo y en cómo le brillaban los ojos cada vez que me miraba, daba igual que le dijera que me iba mal en la vida, siempre había en ellos alegría y mucha, mucha esperanza, parecían ventanas en las que se colaban los duendes para divertirse con mis travesuras de niño o con mis historias de adulto, para desearme suerte en mis idas y venidas. 

Quizá la mirada suya y de quienes nos han amado sea nuestra mejor herencia. 

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