Y así lo resolví...

Aparte del horóscopo, que los redactores de aquella revista inventábamos cada semana -según me cayera alguna persona del signo zodiacal así le irían las cosas- teníamos que escribir la columna "del corazón" en la que los supuestos lectores nos contaban problemas personales y cómo los habían superado. Como en aquella época yo no tenía ninguna pena -no entendía como la gente a los veinte años podía tener la vida tan complicada- mi fuente de inspiración siempre eran mis amigos, que por cosas de la vida siempre me tenían por un excelente confidente y me contaban sus secretos. Y lo era, porque no decía "ni mu" a los conocidos pero si a todo el país que sufría tremendamente con las penalidades y sufrimientos de mis amigos "Me enamoré de mi profesor de matemática pero es renco", "Me gusta mi vecina pero ella está casada con el verdulero", "Mi exnovio es un patán pero lo adoro"...las historias iban y venían, por un lado vino en mano y en plan íntimo mis amigos me contaban lo que les estaba pasando y yo al día siguiente frente al ordenador escribía sus historias, punto a punto eso si con nombres distintos por aquello de no ser más indiscreto. Durante meses la fórmula funcionó a la perfección hasta que empezaron a sospechar, era demasiado raro que la historia que habían leído en una peluquería o en el dentista fuera como la suya, en la vida hay muchas coincidencias pero no estando yo de por medio, eran lo que decían. Así poco a poco dejaron de contarme sus problemas y dejé de ser el amigo de las grandes confidencias. Afortunadamente la vida se encargó de resolver mi primer dilema de joven adulto cuando me ofrecieron trabajar en la sección política de un diario. Mis amigos estaban a salvo.

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