Unos dientes para Miguelito
Miguelito se arrancó con esas rancheras que suele cantar la gente de pueblo, esas canciones que llegan al alma sobre todo si uno pasa casi todo el año a 8 mil kilómetros de distancia de la otra mitad de su corazón. La idea era ir a recoger a un amigo al aeropuerto pero de camino nos “tropezamos” con un bar – que manía tienen los bares de meterse en el camino de la gente – y pedimos unas cervezas para “hacer tiempo” pero lo de siempre, entre zarpe y zarpe*, nos dieron las tantas y nos olvidamos de aviones y de historias. Así fue como conocimos a Miguelito, camarero y cantante. Venti y pocos años, mirada triste, delgadísimo, traje de charro desteñido -y probablemente de segunda mano- y un vozarrón que contrastaba con su apariencia de niño abandonado. Como todo buen cantante y con la ayuda del karaoke, que con la crisis no alcanza para un mariachi, se dedicó toda la noche a complacer al público con boleros de siempre, rancheras y alguna cumbia por si alguno se animaba a bailar. Finalizad...