Cuarenta años
El otro día me encontré en el armario la camisa del último uniforme de colegio que usé, estaba firmada por un montón de compañeros del Liceo. Más de cuarenta años la camisa sigue ahí, inpoluta, ajena al paso de los años con un un montón de mensajes de mis amigos de entonces, a casi todos les pude poner cara y recordar la mini historia que teníamos en común, las bromas que nos hacíamos y la complicidad que nos unía. Como la mayoría de mensajes estaban dirigidos a Pepo, mi apodo familiar que suelo usar cuando me siento muy en confianza, mi conclusión fue que durante aquellos años había sido, como decía Mario Benedetti, inadvertidamente feliz. Tres años antes había llegado a ese Liceo huyendo del bulling del otro. Gracias al cielo mis padres habían tomando muy en serio mi amenaza de no volver a clases en el nuevo curso lectivo sino me cambiaban de colegio. Bendita decisión porque aquel cambio fue como abrir la ventana en una habitación cerrada y oscura para que entrara el sol a raud...