La culpa no era mía
Bastante mal me sentí ese día pero conforme pasan los años siempre que miro la foto me río porque a simple vista quedé como el tarado oficial de la clase, me imagino a hijos y nietos preguntando con lástima por ese chiquito de gafas que parece que está en otro mundo y me divierte imaginar las respuestas más inimaginables.
Sin embargo la culpa nunca la tuve yo sino la maestra, a la que de fijo el fotógrafo le pasó decenas de pruebas y lo de siempre, escogió en la que ella salía menos arrugada -que bastante mayorcita estaba en ese entonces - sin tomar en cuenta que el gafotas no entendió bien cuando el fotógrafo le dijo que bajara un poco la cabeza para no parecer tan grandote y aunque dicen que todos los muertos son buenísimos y que no hay que molestarlos desde este rincón del planeta Tierra interrumpo su descanso eterno para presentarle mi más enérgico reclamo: “Queridísima Niña Miriam, la culpa la tuvo usted y no yo”.
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