Dulce Caos
En casa reinaba el cariño pero también el orden y la disciplina, los horarios se cumplían a raja tabla: se levantaba a las 7am, o antes - los fines de semana un poco más tarde- se almorzaba al mediodía en punto, justo cuando ponían El Ave María en Radio Reloj, la siesta de una a dos, el café merienda a las tres, la cena a las siete…a las nueve teníamos que estar con las oraciones hechas y en cama, leyendo o contando ovejas. No había mucho margen para la improvisación salvo en los feriados cuando ese protocolo familiar se relajaba un poco. La antípodas era la casa de mi abuela en la que regía un dulce caos, la única solución en un hogar en el que, en ese entonces, vivían cuatro hijos varones veinteañeros solteros que se pasaban el tiempo entrando y saliendo a deshoras, nunca se sabía a ciencia cierta cuando iban aparecer así que la hora de las comidas dependía básicamente del hambre que tuviera ella o los nietos que la estuvieran visitando. Cualquier día de entresemana a las diez de la ...